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Las puertas se abrieron inmediatamente cuando me acerqué a ellas

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Las puertas se abrieron inmediatamente cuando me acerqué a ellas.

Estaba en la sala de urgencias, eran casi las 4 de la mañana y no había casi alma que rondará. Solo estaba la encargada de admisión, de tez blanca como el alba, y unos cabellos rubios delicadamente tomados por una liga azul. Fui a hablar con ella, pero ya había notado desde que entré el tremendo tajo que llevaba en la pantorrilla, así que apenas dije mis datos personales, me senté en una silla a esperar. Sí, por que en estos países uno debe esperar aun cuando se está en una sala de Urgencias.

Principié a profundizarme en mi mente. Indagando, comencé a sumirme en ella; me sopesaban los párpados. De golpe sentí el cansancio llegar a mi cuerpo y sucumbí a él. En ese momento no pensé que lo que había visto en esa fracción de segundo previo a quedarme dormida era totalmente real; por el contrario, pensaba que era parte de un sueño. Y es que antes de dormirme profundamente creí haber visto la cara de la señorita secretaria frente a la mía. Como si me sonriera, como si hubiese pasado lo que ella esperaba que pasara.

Fue ella misma la que me despertó después de pasados 20 minutos.

—El doctor Suzdál la espera al final del pasillo a mano derecha—se limitó a decirme, mientras yo me despabilaba poco por poco, abotonándome la delicada chaqueta cerúlea opaca que contrastaba con mis ojos. No dejé de mirarla mientras lo hacía, porque sentía una vibra tan negativa a su alrededor. Ella por su parte tampoco dejaba de hacerlo; el mirarme... yo sentía que me examinaba.

Neciamente le di las gracias y caminé  hacia donde ella misma me había señalado ir. Al final del pasillo.

Como si recordara algo ya desdeñado, las pupilas se me empañaron, haciendo brotar unas cuantas lágrimas que pasaban por sobre mis pómulos, recorriendo mi rostro como un valle jamás expuesto.  

Tomé un pañuelo que estaba curiosamente en el bolsillo superior de mi chaqueta.

Busqué el baño con la mirada, para poder refrescarme antes de la visita con el Doctor. Ya dentro de éste, miré profundamente mi reflejo, dejando luego de una larga batalla de luchar contra la somnolencia. Intenté buscar una explicación a todo lo que estaba pasando, pero no recordaba nada, era inútil. Claramente estaba de vuelta en Rusia, pero hasta donde yo recordaba, el jueves por la mañana estaba camino a una reunión con André de Vogue Magazine en Francia. De hecho, tenía la misma ropa que había escogido Pete por mí durante el desayuno.

Decidí no perder más tiempo e ir rápidamente a la consulta. Después de todo no era como que no sintiera nada en la pierna; sí que dolía.

Mientras caminaba, la miraba de reojo, a la herida. Me parecía bastante curioso el no saber como ese gran agujero apareció en mi pantorrilla. Realmente estaba asustada en cuanto a lo que pudo haber pasado conmigo durante ese día y medio que simplemente desapareció de mi memoria; pero los motivos de mi regreso son los que realmente me aterran. Y es que yo, después de todo lo que había acontecido el año pasado, juré que después de llevar a mi madre a Francia, no volvería a tocar suelo ruso. Y así es como había sido hasta... ahora.

Toqué la puerta y ahí estaba el doctor, tomando un café en vaso desechable. Me invitó a pasar, y yo de tonta no tuve la voluntad de cerrar la puerta de la sala; en parte porque es lo que mi madre me había enseñado "las puertas siempre abiertas en casa" y en parte porque quería tener una vía rápida por la cual poder escapar. No tenía motivos, pero así fue como lo pensé, quizás no tan equivocada por lo que luego pasaría. Luego de la cruza de sonrisas.

Entre líneas de sangreWhere stories live. Discover now