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Suzdál abrió la puerta tan rápidamente y con tanto estruendo que llegué a saltar del susto. Pensaba que era el hombre armado que venía a matarme de una vez por todas.

—¿Qué fue eso? —preguntó Suzdál tremendamente alterado por el horrible ruido provocado por la ventana quebrada. Yo lo miré desconcertada ante el inusual objeto que se me había "entregado", le abrí los ojos y con estos mismos le hice una seña para que mirara a mi derecha el teléfono celular. Él frunció el ceño y se acercó al agujero que había dejado la ventana, revisando con la mirada en todas las direcciones. Se acercó a mí después, pasando por encima de la cama recién estirada y tomó el objeto sin ningún miedo. Lo inspeccionó, dándolo vueltas por todas partes y revisando el interior.

—¿Por qué haces eso? —le pregunté bastante extrañada a su comportamiento.

—Puede que tenga una bomba, Natalia. —me dijo con un tono reprensivo, como si fuera lo más obvio del mundo. —Te han intentado matar dos veces en menos de seis horas, no dejaré esto al azar ¿Comprendes? —yo solo le asentí y dejé que revisara todo lo que quisiese.

Mientras pasaba sus manos por el aparato sin querer pasó a llevar un botón, presionándolo ligeramente contra uno de sus dedos. La pequeña pantalla se iluminó de un color verde fuertísimo. En ella había un mensaje.

"Tenga cuidado en quién confía, Zarina".

Si, en ese momento estaba sumamente confundida, y a juzgar por la cara de extrañeza de mi compañero de cama, no era la única confundida en la habitación.

—Debe de ser una equivocación. —Fue lo único que se me ocurrió decir al leer nuevamente el mensaje en mi mente.

—¡Quién hace estrellar un teléfono contra una ventana de casualidad! —dijo él en respuesta al tonto comentario que había hecho hace algunos segundos atrás. —Lo único que se puede decir hasta ahora, es que esto no es una mera coincidencia. Alguien desea mandarte un mensaje urgentemente, y lo que quiere decir está claro; cree que tú eres una princesa y no debieras confiar en mí. Ahora que lanzar cosas sea su forma de comunicación, es preocupante.

—Bueno, yo confío en ti. —añadí mientras me acurrucaba en la cama.

Me recosté entre las sábanas para descansar un poco mi cuerpo y poder controlar mis emociones de mejor manera. Lo último que quería ahora era tener una crisis de pánico. No me serviría de nada estar alterada de más, debo sobrevivir hasta llegar a París a salvo. Suzdál hizo lo mismo que yo. Se notaba que estaba agotado el pobre; y como no, si había conducido toda la noche solamente para poner a salvo a una total extraña.

—Debieras irte de aquí —le dije, mirándole a los ojos para traspasarle la honestidad de mis palabras. —Soy peligrosa en estos momentos y lo menos que quiero es dañar a terceros. Yo tomaré un autobús hasta Moscú y me iré a París antes que me encuentren.

Su cara se desconfiguró cuando terminé de hablar —¿Acaso tú estás loca? Yo mismo te llevaré al aeropuerto y volaremos a París. Puede que no haya prevenido muchas cosas, pero si puedo ponerte a salvo lo haré, no tengas ninguna duda.

—Pero...

—Nada de peros, iremos juntos, ahora mismo. —No le dije que no en ese momento; se notaba la determinación en sus palabras y que nada lo haría cambiar de opinión. Me tomé dos segundos para descansar mis párpados antes de levantarme de golpe y dirigirme al auto.

Suzdál fue a dejar las llaves de la habitación mientras yo me encargaba de doblar las sábanas y los cobertores de la cama que no alcanzamos a disfrutar lo suficiente. —Al parecer se ha ido. —dijo refiriéndose al dueño del lugar. Le dejamos las llaves en la encimera junto con las cubiertas y nos marchamos de allí, sin darle mucha importancia.

Nunca nos hubiéramos imaginado que en dos días estaríamos de vuelta en el mismo hostal de Mstikhino, buscando el cuerpo de aquel hombre. 

Entre líneas de sangreWhere stories live. Discover now