Capítulo 02

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Santi

Como cada año, fue Mónica la persona que me despertó temprano para que llegara puntual al colegio.

Me dio la noticia de que mis padres querían desayunar conmigo, hecho que ni me sorprendió ni consideré relevante. Supuse que no solo se acordaron de que tenían un único hijo, sino que a lo mejor sintieron algún tipo de responsabilidad paternal dado que era mi último primer día de clases y ni siquiera me habían dirigido la palabra en días.

Me alisté con rapidez y llegué al comedor, donde mis padres se encontraban ya comiendo y leyendo el periódico. Ni siquiera tuvieron la decencia de esperarme para empezar a desayunar y, por supuesto, papá no se inmutó ante mi presencia.

—Buen día, cariño. —Mamá fue la única que se mostró un poco alegre al verme, no obstante se quedó en su asiento, observando cómo me acomodaba en la silla y me servía comida sin mirarla de vuelta—. ¿Emocionado por tu primer día?

—¿Por qué habría de estarlo? —Me encogí de hombros.

—Porque verás a tus amigos —contestó ella, como si fuera la cosa más obvia del mundo.

Suspiré y mordí una medialuna con desgano. No me gustaba mucho desayunar, menos en casa de mis padres. Aquel reciento debía tener algún hechizo que hacía que cualquiera que pusiera un pie allí dentro sintiera que el tiempo transcurría lento y de alguna forma, se les consumiera el alma.

—No tengo amigos allí. Tampoco me interesa hacerlos.

De reojo noté cómo mamá fruncía los labios, decepcionada, y sin saber qué otra cosa decirme. La ignoré de forma deliberada, preguntándome si esa sería toda la interacción que tendríamos en el día. Negué con la cabeza al darme cuenta de que pude haber dormido cinco minutos más, y que perdí mi tiempo en este intento de desayuno familiar maltrecho.

—¿Lo ves? —le dijo Enzo. Ni siquiera levantó la mirada para indicarle que era con ella, yo solo lo supe porque mi papá casi nunca me hablaba a mí—. Te dije que no serviría de nada que lo levantaras tan temprano para esto. Se cree demasiado importante como para hablar con sus padres.

—Como si a ti te importara saber lo que me sucede —murmuré en contraataque, y él pretendió no escucharme.

No era sorpresa para ningún miembro de la familia que mi padre y yo no nos lleváramos bien. Éramos radicalmente opuestos, a pesar de que todos reclamaran que él y yo éramos idénticos. Nuestras similitudes eran solo físicas. Cada día estaba más convencido de que Enzo era una persona a la que no quería volver a cruzarme una vez me independizara.

Me levanté de la mesa, percibiendo la expresión preocupada y triste de Julia. Antes de que me pidiera quedarme, le fingí una sonrisa que ni de cerca me llegó a los ojos.

—Ya comí lo suficiente, se me hace tarde. Nos vemos luego —solté en un intento de despedida.

Mi mamá conocía mi horario escolar así que sabía que no llegaría tarde, en especial cuando vivía tan cerca del colegio. De igual forma, no dijo más nada. Eso también era una costumbre entre nosotros: el desinterés del uno por el otro.

Volví para buscar mis cosas en mi habitación, que tanto como habitación no era. Antes había sido la cochera de la casa pero, gracias a mi insistencia, fue desocupada y ambientada como un pequeño departamento solo para mí. Era mi espacio de soledad y confort que me salvaba de compartir con aquellos seres que se suponía eran mi «familia».

Nadie podía culparme. Con los padres que tenía, quería creer que yo era adoptado.

Decidí llevar mi guitarra conmigo para así tener algo interesante que hacer en los recesos. No le había mentido a Julia: no tenía amigos en aquel colegio, y tampoco era de mi interés conseguirme alguno.

Contracorriente © [EN LIBRERÍAS] [Indie Gentes #1] ✓Where stories live. Discover now