Capítulo 38

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Dedicado a tdcg04 ❤️️

Maju

*

—¿Entonces es músico? —preguntó mi papá.

—Sí. Cuando nos veamos te entregaré una copia de su CD, lo firmó para ti.

La calidad de su internet era bastante mala, se evidenciaba en la imagen pixelada de la videollamada. Aun así, pude distinguir su cabello oscuro y su espeso bigote, el cual siempre le recomendé quitarse. Con él había hablado poco desde que llegué a Buenos Aires, pero en las últimas semanas nos habíamos mantenido al corriente, excepto para las cosas importantes, por ejemplo: él no sacaba el tema de mi mamá a relucir.

Hasta ese día.

—No me extraña que tu mamá lo permita, ahora adopta conductas «modernas».

Capté la doble —y mala— intención de su comentario.

—No deberías referirte a ella con ese recelo —la defendí—. No es justo porque tú también tuviste una conducta que dejó mucho que desear.

Para mi sorpresa, no lo negó. Simplemente se quedó callado quizá buscando alguna manera de cambiar el tema de forma radical. Así que aproveché aquel momento para hablar sobre todo aquello que nos debíamos.

—Ustedes dos me dijeron una vez que cuando relación falla, la culpa no es de uno, sino de las dos partes —mencioné con delicadeza—. No voy a recriminarte nada, porque no es mi responsabilidad. Pero sí debo preguntarte, ¿cómo te sientes, papá?

Se mantuvo en silencio un momento mientras fruncía los labios con incomodidad.

—Una parte de mí se niega a querer dejarla ir. Tampoco quisiera perderte a ti. No he sido ejemplar, pero a mi manera las quiero.

Viniendo de él, tales palabras significaron bastante para mí. No pude evitar sentirme nostálgica y triste ante su respuesta, en especial porque su voz sonó abatida.

—A mí no me vas a perder. Estaré lejos, no muerta. —Intenté reírme y él imitó mi gesto—. Y pues con respecto a mamá... Ya ella se fue. No se trata de dejarla ir, sino de dejarla ser feliz. Si la quieres, o si alguna vez la quisiste, se lo debes.

No iba a negar que con él era más complicado hablar sobre estos temas que con mamá, de la misma manera en la que se me hacía más duro verlo afligido. A veces deseaba retroceder en el tiempo y congelar la época en la que los tres éramos una familia tranquila, serena y feliz, que disfrutaba de las cosas más simples y banales de la vida. Cada vez que llegaba a la realización de que eso nunca más volvería, sentía un agujero pequeño alojarse en mi pecho.

—La casa se siente tan solitaria sin ustedes. —Fue lo último que dijo sobre aquel tema, y decidió traer a colación sus predicciones sobre la nueva temporada de béisbol.

La conversación con mi papá no volvió a tocar temas profundos. Por un segundo pensé que me daría algún consejo sobre cuidarme íntimamente con mi novio y esas cosas, pero por fortuna tales tópicos le incomodaban. Además, seguro suponía que Ana se había encargado de eso. Y lo hizo.

Una vez que terminé la llamada con mi papá, subí a la habitación de Marina quien me dijo que tenía que hablar conmigo. Esperaba que no fuera a darme más razones para quedarme.

Marina había sido una de las personas que al principio me aconsejó irme a España, pero a medida que llegaba el día de mi partida, me decía que no era tan necesario que me fuera. Incluso llegó a esconder mi pasaporte, y hasta dañó mi maleta a propósito. Valentina y Bruno me regalaron una nueva en disculpa de lo que había hecho su hija. Sin mencionar que durante las últimas tres noches, lloraba al despedirse para dormir. Y por supuesto, me hacía llorar a mí también.

Contracorriente © [EN LIBRERÍAS] [Indie Gentes #1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora