Capítulo 32

49.9K 5.1K 4.6K
                                    

Dedicado a So-So06 ❤️️ 

Maju

*

Todas las personas decían que mi mamá y yo teníamos muchas cosas en común.

Desde nuestro parecido innegable —cuando ella estaba sin maquillaje—, como las caderas anchas, el trasero bien puesto y portado, una decente pechonalidad, hasta el mismo ceño fruncido, el mismo lenguaje corporal, la volatibilidad de nuestras personalidades, entre otros.

Bueno, algunos de sus rasgos físicos ya no se parecían tanto a los míos porque ella se llegó a hacer uno que otro retoque en su cuerpo. Más allá de eso, solíamos expresarnos de la misma manera, y ser delatadas por nuestro lenguaje corporal. Mi rostro siempre delataba mis emociones, y también el de mi mamá. Y en ese instante, ella estaba pálida, boquiabierta. Lucía desconcertada, como quien es atrapado a la mitad de una fechoría. A la vez, parecía avergonzada, por la misma razón: ser capturada in fraganti.

Todos en aquella sala se quedaron pasmados, nadie parecía capaz de mover un solo dedo. Del lado de los adultos, los Righieri se supieron turbados, reconociendo en mi expresión que comprendí el "gran secreto" al instante. Del lado de mis amigos, parecieron darse cuenta tras unos cuantos segundos de silencio turbio.

—¿Desde cuándo? —logré pronunciar, sin saber de dónde me vino la voz.

No iba a perder mi tiempo haciendo preguntas estúpidas. Algo dentro de mí estaba estallando, e hice lo posible para contenerme unos segundos más.

Mi mamá intentó aproximarse a mí, pero hice un gesto con mi mano para que se detuviera.

—Cariño, déjame saludarte apropiadamente —pidió.

¿Apropiadamente? Apropiadas eran las respuestas que yo quería. Apropiado era que dejara de pretender que no estábamos en medio de un rotundo caos familiar. Apropiado hubiera sido avisarme que adelantaría su viaje dos semanas. Apropiado sería que no saliera con el tío de la amiga con la que vivía.

Allí mi cerebro hizo otro clic.

—¿Ustedes siempre lo supieron? —le pregunté a los padres de Marina. En ese mismo momento recordé cuando, meses atrás, Santi mencionó que le parecía raro lo de mi intercambio porque en ese colegio no había precedentes—. Claro que lo sabían. Me recibieron aquí sabiendo que no era un intercambio. —De inmediato volteé a ver a Marina, quien lucía perdida, mirando a todos los presentes con desconcierto—. ¿Tú también lo sabías, Marina?

—Hago lo posible por intentar comprender qué está pasando, pero no estoy siguiendo el hilo, Maju. —Las palabras de Marina sonaron legítimas.

Su mamá salió a su defensa:

—Ella no estaba al tanto. Solo nosotros.

—¿Al tanto de qué? —demandó mi amiga, ceñuda y viendo en todas las direcciones.

—De que lo mío jamás fue un intercambio —le respondí, sintiendo cómo mis pulmones vibraban con cada respiración que daba, y cómo ese temblor se reproducía en todas mis extremidades. Estaba tan molesta que sentí una necesidad infinita de correr—. De que mi mamá y tu tío son pareja desde yo-no-sé-cuándo y por eso ella dejó a mi papá. Que tal vez tu familia me esté pagando el colegio, lo cual es una completa vergüenza, y que además alcahuetearon el desmembramiento de mi familia.

Cuando pronuncié tales palabras, mis lágrimas se dignaron a salir pero en silencio. Las limpié con el dorso de mi mano y de forma rápida para evitar palabras compasivas y condescendientes.

Contracorriente © [EN LIBRERÍAS] [Indie Gentes #1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora