Capítulo 2

3.2K 203 216
                                    

  "¡No necesitábamos diálogos, teníamos rostros!" El Crepúsculo de los Dioses. Billy Wilder.

—Tenemos todos claro que en Ikea no se corre,¿no?—preguntó Raoul mirando por el espejo retrovisor.

—Sí —asintió Amanda solemnemente. El antiguo jefe de estudios observó al niño de cinco años que jugaba con dos motos en miniatura en la parte de atrás.

—¿Guille?— El pequeño levantó la vista un segundo para contestar.

—Sí.

Raoul sonrió satisfecho y guiñó un ojo a su novio, que contemplaba la escena divertido.

—Así me gusta. ¿Y que igual no es la cosa más divertida del mundo pero hay que portarse bien?

—Sí—respondió de nuevo la niña con resignación. Su hermano, sin embargo, había vuelto a pasar de la pregunta del director, pues la carrera imaginaria en la que estaba participando le resultaba infinitamente más interesante.

—¿Guille?

—Sí.—Demostró tanta paciencia con ese monosílabo que Agoney no pudo evitar sonreír, pero Raoul no había finalizado todavía.

—Vale, bueno...¿entonces arranco o alguien necesita algo?—El canario puso los ojos en blanco antes de intervenir.

—Rubito, vamos a llegar cuando hayan cerrado.— Le dio un beso en los labios al que Raoul respondió con ganas y solo los separó el sonido de desagrado que escucharon en la parte de atrás.

—¡Ughh!Los besos dan asco.—Raoul cerró los ojos al escuchar al chiquillo. Suspiró un segundo y se giró.

—Ya te preguntaré dentro de diez años a ver si dices lo mismo.

El niño imitó un escalofrío mirando a los adultos. Ya había olvidado las motos en el asiento de al lado y ahora tenía un par de dinosaurios en la mano.

—Siempre os estáis besando es un poco puaj.— Comenzó a jugar con los bichos haciendo que se besaban en la boca hasta que uno comía al otro, que acababa muerto su regazo.

Ago y Raoul se rieron de la ocurrencia, pero su hermana no se lo tomó de igual forma y le palmeó el brazo.

—Se besan porque se quieren, Guille, eres tonto.¡Cállate ya!

—¡Tonta tú!—gritó él a su vez, enfadado.

Amanda y Guille habían sufrido la violencia doméstica de unos padres politoxicómanos desde pequeños. La niña, con solo seis años, había protegido a su hermano durante su primer año de vida y todavía se percibía demasiada sobreprotección.

Cuando Raoul y Agoney se decidieron a acoger, los de la asociación les habían hablado de Amanda y, su historia los sobrecogió de tal modo que, aceptaron inmediatamente. Ella, en cambio, se mantuvo firme en la decisión de no irse a ningún sitio sin su hermano pequeño, así que, aunque ambos preferían acoger solo a uno, no tuvieron más remedio que hacerlo con los dos, algo de lo que se alegraron más tarde.

Ahora, intentaban lo más posible que Amanda disfrutara de su infancia sin sentirse responsable de Guillermo, algo que estaban consiguiendo poco a poco dando un ejemplo de seguridad y tranquilidad a los chiquillos. La niña necesitaba ver amor en la casa, algo que nunca había vivido, pero su hermano, que no recordaba nada del ambiente familiar, se comportaba como otro niño cualquiera de cinco años recien cumplidos.

Una vez calmados los ánimos entre los críos, arrancaron rumbo al centro comercial. Ago y Raoul charlaban de cualquier cosa mientras los niños se entretenían en la parte de atrás. Aparcaron la furgoneta que habían alquilado previamente y se dirigieron al edificio agarrando de la mano cada uno a uno de los hermanos. Siendo como era una ciudad de provincias, todavía se encontraban a gente que los miraba extrañada, al no ser la típica familia convencional, y Agoney aún se maravillaba de la poca importancia que le daba su novio a esas personas, después de los problemas que habían pasado al principio de su relación.

LO QUE BUSCASWhere stories live. Discover now