Capítulo 5

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"Estoy podrida hasta el alma." Perdición. Billy Wilder.


Un par de días antes de que empezara octubre, Raoul miraba a un Agoney alterado confundirse al echar la sal de las tostadas al café. Tuvo que quitárselo al vuelo cuando estaba casi a punto de darle un trago.

—¿Pero has visto lo que ibas a hacer, alma de cántaro?—le preguntó, dándole un coscorrón cariñoso en la nuca.

—¿Eh?

Agoney se había apartado de un brinco, asustado por el tirón en la mano y el golpe de Raoul.

—Le has echado sal al café, so burro —contestó alzando la taza.—Vete a la ducha si quieres, anda, que te preparo otro con azúcar.

El canario negó con un gesto de la mano.

—No tengo hambre, ni sed, tengo el estómago cerrado.

Lo dijo tan apenado, que Raoul tuvo la necesidad de pasar la mano por su pelo para consolarlo.

—Ago, cariño, no te puedes poner así por ver a Jonás, te va a dar una embolia.

—Quiero convencerle de que lo mejor para él es vivir aquí, Raoul, se le notaba súper descuidado, estoy seguro de que no ha estado bien estos años.

El director tiró el líquido por el fregadero y se volvió hacia él.

—Y yo también quiero que esté bien, Ago, pero si te ve así de histérico no le va a apetecer mucho compartir casa contigo—aseguró con una voz conciliadora que no pareció ayudar mucho, dada la mueca que puso el canario.

—Manda cojones también que seas tú el que me digas que estoy actuando como un histérico —espetó con sequedad.

—No sé a qué te refieres —respondió Raoul enarcando las cejas. Conocía de sobra a su novio y sabía cuando buscaba una discusión, así que prefirió pasar por alto el comentario. Ago sacudió la cabeza enfadado y se levantó.

—No puedo comer la tostada, me va a sentar mal. Mejor me ducho ya, tienes razón.

Subió las escaleras hasta la segunda planta de dos en dos, como se había levantado pronto, todavía tenía tiempo para darse una ducha larga y relajante hasta que tuvieran que salir. Habitualmente, Raoul se despertaba muy temprano e iba al colegio primero para organizar la agenda del día. Él, en cambio, remoloneaba en la cama hasta que no le quedaba más remedio que activarse y ponerse en marcha. Ese día, por el contrario, se había despertado antes que su novio por los nervios de ver a Jonás. Bajó a la cocina y preparó tostadas para ambos y café y, al poco rato, un Raoul recién levantado le saludó con un beso de buenos días.

Ya bajo el agua, trató de pensar la manera más conveniente de presentar su ofrecimiento al muchacho, pues no se fiaba nada de las condiciones en las que estaba viviendo en estos momentos. Continuaba sumido en sus pensamientos, cuando una ráfaga de aire frío hizo que se estremeciera.

—¿Qué co...?—chilló molesto.

—Shhh, ya está, ya no hace frío,¿no?—susurró Raoul contra su cuello, con todo su cuerpo pegado a él.

—¿Qué haces aquí?—La voz de Agoney sonó temblorosa, agitado por el contacto de la piel de Raoul.

—Pues he venido a ducharme contigo y, de paso, a hacerte una paja, ¿cómo lo ves?

Ago se pasó una mano por la cara, intentando limpiar las gotas que impedían que abriera los ojos.

—Veo que te tienes que ir pronto.—Aunque ponía excusas, frotaba involuntariamente su culo contra la erección del director. Este, le agarró con fuerza de las caderas y empujó, lo que hizo que el canario soltara un largo gemido.

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