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"Ya sabes, vivo como Robinson Crusoe, náufrago entre 8 millones de personas. Entonces, un día vi una huella en la arena, y allí estabas; es algo maravilloso, cena para dos." El apartamento. Billy Wilder.


Ricky sintió la boca de Luis apresar su polla y ahogó un sollozo. Su cuerpo se estremeció con el contacto, pero algo en él se bloqueó.

No podía volver a hacer eso, no podía volver a engañarse con otras bocas o con otros hombres. No quería a nadie más, y si tenía que vivir el suplicio de perder a Kibo, lo viviría, pero no iba a dejar sus principios por el camino. Solo había un cuerpo al que quería abrazar, solo había unos ojos a los que quería mirar fijamente cuando sus pieles se rozaran. Y ese cuerpo no estaba ahora con él.

Volvió a estremecerse, pero no fue de placer. Las lágrimas comenzaron a salir, imparables, y entonces, todo él se convulsionó y lloró, completamente desgarrado. Lloró porque no podía amar tanto y no ser correspondido, lloró porque sabía lo que era alcanzar la luna con los dedos, y lloró, porque precisamente la misma persona que le había hecho sentirse pleno de felicidad, se lo había quitado todo.

—Ven, deja de llorar, ven.

Luis le había vuelto a abrazar en algún momento y ni lo había notado. Se apoyó en su pecho, encogido por el dolor, el dolor real que estaba sintiendo en todos los órganos de su cuerpo.

—Me muero sin él, Luis... —sollozó.— Me muero sin él...no lo puedo perder otra vez...no lo voy a superar...

Y siguió llorando hasta quedarse dormido. Y al día siguiente, se despertó y lloró más, y se reconcilió con su pena, y la abrazó, y asumió que estaba completamente roto sin Kibo.

Luis se fue por la mañana, después de decirle que estaría ahí para él, que si quería no sentirse solo, estaría dispuesto a ayudarle a olvidarlo, pero Ricky se negó.

—No habría aprendido nada si hiciera eso, Luis. No nos lo merecemos, ni tú ni yo.

Cuando por fin se quedó solo, volvió a tumbarse en la cama, decidiendo qué hacer. Intentar hablar con él no era una opción, pensó. Kibo se iría en diez días y era estúpido volver a buscarle para recibir más negativas o, no recibirlas pero volver a despedirse una semana y pico después. Así que, tras sopesar mucho las cosas, optó simplemente por continuar como estaba, sabiendo que iba a pasar un tiempo sufriendo, y deseando que ese tiempo no fuera tan horrible y largo como presentía.

No tuvo fuerzas ni para ir a la playa a pillar algunas olas. Tampoco para llamar a sus amigos. Solo quería estar solo y dejar que las lágrimas fluyeran, porque, cuando lo hacían hasta el agotamiento, por lo menos un rato después se sentía aliviado, aunque fuera por unos minutos.

Pasó así todo el sábado y también el domingo. El lunes era la graduación de los niños y sabía que lo volvería a ver. Lo vería probablemente por última vez, y quería sacar toda su amargura antes de eso, para mostrar un poco de templanza cuando lo tuviera frente a él. No pensaba desmoronarse en su presencia. No pensaba hablar con él tampoco. Una rápida despedida y ya. Una despedida y a pelear por volver a ser fuerte.

***

Lo vio en el patio delantero hablando con tres madres. Lo vio y su estómago se contrajo de tal forma que temió vomitar allí mismo. También notó el momento exacto en el Kibo se dio cuenta de que él estaba allí. Llevaba un rato hablando con las madres pero atendiendo a todo lo demás, y estaba inquieto, Ricky ya conocía todos los gestos de Kibo y lo que significaban, no dejaba de mover sus manos y rascarse la nuca hasta que, de repente, paró y miró en su dirección.

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