Capítulo 4

3.2K 209 95
                                    

"Tu madre y yo fuimos muy felices y conseguimos el afecto y la consideración de todos. Es a la mayor aventura a la que se puede aspirar en este mundo, no pretendas alcanzar la luna." Sabrina. Billy Wilder.

La misma tarde de su encuentro con Kibo, Raoul y Agoney llamaron para invitarlos a comer al día siguiente, que era fiesta local, en agradecimiento por la paliza de la mudanza. A Ricky le pareció un plan inmejorable, pues ya la comida con Luis había sido bastante incómoda para él, y así podría distraerse pensando en otras cosas. No podía evitar sentirse culpable cuando su chico le hablaba y él solo podía asentir distraído recordando una y otra vez el pasado.

Cuando se lo comentó a Luis, este rechazó la idea.

—Tengo que currar, Ricky. Presento la obra en un mes.

Ricky se sentó en el sofá-cama que había en el despacho donde solía trabajar el guionista.

—Pero si mañana es fiesta, ¿No te puedes tomar el día libre?¿La tarde por lo menos?

Luis negó con rotundidad.

—Al final es perder el día entero y ya estuve el domingo allí ayudando. Así no saco el trabajo adelante.

El maestro agachó los hombros desanimado. Quería pasar una tarde divertida con su novio y recordar los buenos tiempos.

—Joder, Luis—se quejó—nunca hacemos nada juntos.

El sonido de la silla al girarse hizo que levantara la cabeza. Luis le estaba mirando fijamente.

—Ya—explicó con crudeza— es que yo no soy funcionario y no tengo un sueldo fijo al mes.

Al oír esto, apartó la vista un momento para mirar por la ventana. Ante semejante respuesta, prefirió dar por concluida la conversación.

—Ya.—Se levantó para salir de la habitación y poder dejarle trabajar a gusto.—Es verdad, nunca me acuerdo de eso. Les llamo para decir que solo voy yo.

Ricky sí se acordaba de eso, claro que se acordaba, porque Luis se encargaba de repetírselo varias veces al mes. Cuando se conocieron, el chico completaba el sueldo que ganaba con sus guiones haciendo talleres y cursos para adultos o en escuelas,muchas veces en Madrid o Barcelona, pero este tipo de trabajo cada vez le salía menos y algunos meses, sobre todo durante el último año, su situación económica había sido bastante precaria.

Esto había traído varios problemas a la relación, pues el chico quería ser independiente y se negaba a que Ricky pagara gastos, vacaciones o cenas. El maestro lo había asumido, pero, de vez en cuando, le molestaba no poder disfrutar de cierto ocio porque Luis rechazara ser invitado.

Al día siguiente, se despertó tarde y, después de una ducha y un desayuno copioso, decidió dar una vuelta en moto antes de llegar a casa de sus amigos, aprovechando el buen tiempo de principios de septiembre. La ciudad ya estaba despejada de turistas y las carreteras secundarias volvían a ser transitables, lo que era un gusto para los amantes de la conducción. Cuando se acercaba la hora de comer, se dirigió a casa de Ago y Raoul y tocó el claxon un par de veces.

—¿No puedes llamar al timbre como todo el mundo? Hay quince perros ladrando ahora por tus pitidos.

Ricky había dejado la moto aparcada en el camino de acceso al garaje y acababa de dar un par de besos a Ago cuando se acercó al director:

—Mi propósito en la vida es joder la tuya, Raoulito. A ver cuando te enteras de una vez—Le estrechó entre sus brazos y le plantó un sonoro beso en la mejilla. Después, fue hacia Aitana que estaba tomando una cerveza sentada en una de las sillas que rodeaban la mesa de la terraza— ¿Vicente no venía?

LO QUE BUSCASWhere stories live. Discover now