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"Todo era muy raro, pero vería cosas aún más raras." El crepúsculo de los dioses. Billy Wilder.


Estuvieron un rato más tumbados al sol y hablando de sus cosas. Cuando empezaba a refrescar, cogieron el coche de nuevo para volver a casa. Escuchando música suave y disfrutando del paisaje que tenían ante sus ojos, Ago volvió a sacar el tema de los niños.

—¿Entonces llamo a la asociación el lunes?

Raoul, que conducía a su lado, lo miró un segundo para volver a centrar la atención en la carretera. Su gesto no era tranquilo, más bien parecía tenso y preocupado.

—Tengo miedo de que no nos vayan a dejar —le confesó.— Son muy rigurosos con estas cosas y probablemente no quieran que estén con dos personas que no dan seguridad.

—Bueno, sobre eso... —comentó Ago tamborileando los dedos en el muslo.— Tengo que contarte...

—Que no nos van a dejar, ¿no? —se anticipó él.— Es que soy un gilipollas, de verdad... Pero si lo piensan bien, los tuvimos ya tiempo, puedo explicarles...

Se sentía tan nervioso que agradeció la caricia de Ago en el brazo, la cual tuvo un efecto calmante. Ya estaba divagando y sintiéndose mal por haberlos dejado y seguro que su novio no quería que se culpara de algo así, aunque en ese momento era bastante complicado.

—No, escucha —le cortó.— Cuando fui a hablar con ellos les dije que tenías una tía muy enferma, que nos teníamos que hacer cargo de ella y que por eso no podíamos dedicarnos a los niños.

El coche dio un ligero frenazo que les hizo moverse un poco hacia delante.

—¿Qué?

—Eso.

Se encontraron con un semáforo en rojo y Raoul frenó del todo. Giró la cabeza para estudiar el semblante de Ago, que contemplaba con serenidad a través del cristal como dos viejecitas cruzaban a paso lento la carretera.

—Tenemos que limpiar el coche —comentó el maestro — las veo borrosas.

Raoul se fijó en el cristal, sí que estaba hecho un asco. Meneó la cabeza para no perder el hilo de sus pensamientos y se dirigió a Ago de nuevo.

—¿Les dijiste que tenía una tía enferma y se lo creyeron?

—¿Por qué no se lo iban a creer? —le preguntó él, encogiéndose de hombros.— Lo dije muy dolido.

—¿Y mi madre? —Observó Raoul dudando bastante de la veracidad de la historia— ¿Por qué no la cuidaba mi madre?

—Porque tu madre está fatal de la espalda y ya vivió la experiencia de cuidar a sus padres y estaba demasiado afectada por lo de su hermana. Arranca.

Raoul miró por el espejo retrovisor y vio como el conductor del coche de atrás le hacía señas nervioso. Soltó el freno y continuó la marcha sin creerse todavía la excusa enrevesada que había ideado Agoney.

—Joder, moreno, vaya culebrón te has montado.

—Si les decía otra cosa nos iban a hacer pasar mil entrevistas de nuevo y a lo mejor buscaban otra familia para los niños.

En eso le tuvo que dar la razón. De hecho, fue su primer temor cuando decidió que los quería tener en casa de nuevo. Giró hacia el camino que llevaba a su chalé pensando en lo que había hecho Agoney y en lo que significaba.

—¿Tú sabías que los iba a echar de menos? —le preguntó. Ago volvió a encogerse de hombros.

—No lo sabía, lo esperaba, te vi años con ellos y los quieres. Suponía que era una fase.

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