Capítulo 10

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"Ser honesto es como desplumar una gallina al viento, te llenas la boca de plumas". Irma la dulce. Billy Wilder.

—Parecemos a la familia Von Trapp. Nos falta vestirnos con cortinas.

Agoney observó a su novio, quien a su vez contemplaba con las manos en las caderas a los cuatro chicos que los acompañaban al cine.

—¿Quiénes eran esos?

—Los de "Sonrisas y Lágrimas".

Agoney echó la cabeza atrás para soltar una carcajada.

—¿Y quién es el capitán y quién la monja de los dos?

—A este paso, las dos monjas.

Avanzó hacia los niños después de lanzarle una mirada irónica a Agoney, que le siguió limpiándose las lágrimas que le provocó la risa.

Las cosas se habían calmado desde la discusión de aquella noche, que había dejado con tal mal cuerpo a Agoney, que a la mañana siguiente se había despertado con un vuelco al corazón recordando las duras palabras de su novio. Sin ningún ánimo, había bajado a desayunar con el pensamiento de entrar por la puerta del despacho de Raoul al llegar al colegio, echar a quién quiera que estuviera allí y aclarar las cosas con él.

Al llegar a la cocina, el ruido de platos, lo había sorprendido. Levantando la cabeza, vio a su chico preparando unas tostadas.

—¿No te fuiste a trabajar? —preguntó con una sonrisa apoyado en el marco de la puerta.

Raoul se giró para mirarle.

—No —respondió, dejando las tostadas en la isla central.— No quería pasarme el día encontrándote por el cole y que estuviéramos de mal rollo.

Agoney se acercó a él lentamente y le agarró de las trabillas del pantalón para pegarlo a su cuerpo. Frotó su nariz contra el cuello de su novio y suspiró.

—Raoul...

Este estiró un poco la cara para acariciar su mejilla con la de Agoney y más tarde se separó lo suficiente para clavar la vista en él.

—Esto no significa que no crea que tengo razón —dijo muy serio— solo que no soporto estar enfadado contigo.

—Yo tampoco —respondió Ago, inclinándose para besarlo. Raoul se apartó otro poco.

—Piensa sobre lo que te dije ayer, por favor.

—Sí, voy a hacerlo —contestó de nuevo, sin aguantar más las ganas de posar sus labios sobre su boca.

—Gracias.

Ago negó un momento.

—No, gracias a ti. Gracias por quedarte hoy. Por favor, no dudes nunca lo muchísimo que te quiero.

—Ya lo sé. —Le cogió la cara entre las manos y se acercó por fin su boca. Ago gimió satisfecho y le besó con pasión.

—A ver, Guille, ¿seguro que no quieres ir al baño antes de entrar a ver la película? Mira que nos conocemos.

El niño negó con la cabeza varias veces, para dar fe de que no le ocurriría eso. Raoul alzó una ceja y le observó desde arriba.

—Solo quiero palomitas. La bolsa más grande que haya.

Raoul suspiró y se giró hacia las dos chicas y Jonás.

—¿Queréis palomitas vosotros?

Jonás asintió con la cabeza y Vera rechazó la oferta.

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