Capítulo 9

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"Un crimen se descubre tarde o temprano, y cuando intervienen dos personas, más bien temprano." Perdición. Billy Wilder.


Ricky llevaba casi dos semanas sin tener noticias de Kibo. Pero estaba bien. No había intentado ahogarse con un bizcocho o algo por el estilo. O por lo menos, eso se decía a sí mismo. Con el paso de los días, ya no se arrepentía de haber puesto las cartas sobre la mesa. No todo el tiempo. Había conseguido autoconvencerse de que conocer el punto de vista de su ex amante sobre su relación solo podía traer cosas buenas. Al fin podía pasar página, porque anhelar algo que no podía tener era de idiotas. Lo que si era cierto es que se sentía muy orgulloso de haberse sincerado con Kibo. Se había quitado un peso de encima diciéndole lo que había significado para él. Bueno, lo que significaba todavía, pero eso era algo que estaba en proceso de subsanación. Incluso había hecho una lista de cosas que tenía terminantemente prohibidas: primero, jamás esperar en la sala de profesores a la hora de la entrada, lo de mirar compulsivamente la ventana era pasado. Segundo, prohibido repasar conversaciones de whatsapp, lo ideal hubiera sido eliminarlas, pero, cuando lo intentó, le entró tal angustia que decidió dejarlo para otro momento. Y tercero, nunca, ni por asomo, ver una película antigua. Ni escuchar a Love of Lesbian. Ni preparar fajitas de pollo. En realidad era un asco, porque todo le recordaba a Kibo. Hasta el vaho de sus propias duchas, pero claro, por su bien y el de la gente en general, eso sí que era algo que no podía dejar de hacer.

Así que Ricky se instaló en una rutina que consistía en trabajar, comer, pasar las tardes haciendo deporte, cenar y, por las noches, sentarse junto a Luis a ver alguna serie o película. Tratando de ser paciente con la forma de ver las películas que tenía Luis. Muy paciente.

No dejaba de decirse lo importante que era que Luis le quisiera de la manera que lo hacía. Porque era un amor tranquilo que le daba seguridad. Luis estaba ahí día a día, le acompañaba y le cuidaba. A su manera, que muchas veces no era la que a Ricky más le gustaba, pero no todo podía ser perfecto.

Estar a merced de los caprichos de alguien con un serio problema de ciclotimia emocional acababa con él.

Así que todo estaba bien ahora. Increíblemente aburrido, pero bien.

—¿Ya has acabado de desayunar?

Ricky dio un pequeño brinco en la silla. No estaba acostumbrado a ver a Luis por las mañanas.

—Sí —respondió alzando la cabeza para recibir un ligero roce de labios en su boca.

—Desperté pronto y pensé en desayunar contigo —aclaró su novio frotándose los ojos. Ricky siguió con la mirada cómo iba hacia el armario en el que guardaban las tazas y sacaba una. Cerró twitter y le explicó:

—No te preocupes, estaba echando un vistazo a las noticias.

—Ah, vale —contestó apoyado en la encimera. Bostezó un par de veces y se quedó de brazos cruzados con los ojos clavados en algún punto de la pared. Cuando sonó el microondas, pareció despertar por segunda vez en ese día. Echó azúcar en el café y se sentó al mismo tiempo que Ricky se levantaba y agarraba su abrigo de una silla cercana.

—Qué pocas ganas de currar, tío —se quejó el maestro, colocándose la cazadora y subiendo la cremallera hasta la barbilla.

Luis puso los ojos en blanco antes de darle un sorbo al café.

—En poco más de una semana es el puente de diciembre. Y ya están ahí las navidades. Si al final los maestros tenéis vacaciones cada poco. Los autónomos no tenemos esa suerte.

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