Capítulo 14

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"Cuando uno ha estado casado 12 años, simplemente no se sienta a desayunar y dice: Pásame el azúcar, quiero el divorcio." El apartamento. Billy Wilder.


Cuando Ricky llegó al café, Kibo ya estaba esperándolo en una de las mesas. Parecía concentrado en un libro que estaba hojeando, probablemente escogido de una de las estanterías del local, se habían puesto de moda los cafés librerías en la ciudad. Mientras caminaba hacia él, le hizo gracia ver cómo algunas de las personas que estaban allí tomando algo lo miraban con admiración bastante mal disimulada. Pero era normal, Kibo tenía un atractivo que no pasaba desapercibido, lo irradiaba con cada gesto o movimiento.

—Eh...

Kibo levantó la cabeza y le sonrió a la vez que cerraba el libro. Ricky se sentó a su lado, mirando la portada con curiosidad.

—Es verdad que tú haces fotos.

—Hacía, ya no —explicó, dejándolo en una de las sillas.— Requiere mucho tiempo que no tengo.

—Qué pena... —Removió el café que había pedido en la barra, más para parecer concentrado en hacer algo que por necesidad.

—No pasa nada —contestó Kibo mientras cruzaba los brazos sobre la mesa. Estudió un momento a Ricky, que le miraba a hurtadillas, pendiente todavía de su café— ¿Qué tal estás?

Ricky dejó de mover la cuchara, la chupó y la dejó reposar en el platillo.

—Pensando las cosas.

—Me lo imaginaba.

—Sé que debería dejarlo, de verdad que lo sé, pero se me viene el mundo encima.

Una sonrisa serena se asomó en el rostro del padre de Vera. Era evidente que sus palabras no le habían pillado por sorpresa.

—Está bien.

—Luis me quiere y quiere tener una relación conmigo —siguió diciendo.— Para mí eso es muy importante. Siempre me ha cuidado mucho y...

—Ricardo, no me tienes que dar explicaciones de por qué decides seguir con Luis —lo cortó Kibo.— Me parece bien que lo hagas si es lo que necesitas. Y me alegro mucho de que estés con alguien que sea bueno contigo.

Con un suspiro, Ricky lo miró.

—En realidad, querría otra cosa.

Supo por la cara de Kibo que tampoco había dicho nada nuevo.

—Ya, pero eso no puede ser.

Los dos se quedaron callados, no había mucho más que decir. Ricky bebió su café, inquieto al pensar que ese podía ser su último momento juntos. Contempló las manos de Kibo, cada dedo decorado con los tatuajes que tanto le gustaban.

—Dime por lo menos que no nos vamos a dejar de ver —murmuró. Ya sentía nostalgia y todavía no se habían separado. Kibo apartó la vista de la ventana para dirigirla a él.

— No, si no quieres. De hecho, me gustaría que fuéramos amigos.

Más silencio.

— No soy solo un tío con el que follaste, ¿no?

El padre de Vera meneó la cabeza varias veces.

— Ricardo, no seas idiota.

Ricky contempló al chico embobado. Su boca era un pecado, sus ojos poseían un color cambiante según la luz que hacían que siempre los quisiera mirar, su piel suave tenía el tacto perfecto. Ahora mismo sus propios dedos temblaban por no poder acariciarle. Tragó.

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