Capítulo 29-Peleas y decisiones.

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Cerré la puerta tras de mí, reprimí el impulso de dejarme caer sobre ella y deslizarme lentamente hasta el suelo, destrozada. Simplemente me quedé ahí, de pie, observando los escalones torcidos y el suelo de madera, no me paré a pensar cuanto rato llevaba así, de esta manera, porque la verdad es que el tiempo ya no me importaba, el tiempo pasó a ser algo secundario para mí, las vueltas que el mundo daba y lo mucho que el Sol brillaba, pasaron a segundo plano mientras todo lo que yo conocía como ‘mi vida’ iba cambiando y tomando formas distintas. Intenté que el caos de mi cabeza desapareciese, y fue entonces, cuando vislumbré la silueta de alguien en la puerta de al lado, alguien pelirrojo que me observaba con curiosidad.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí escondido?—pregunté mientras intentaba cambiar la expresión de mi rostro.

Ronald dio un paso hacia adelante, la luz del Sol le alcanzó los cabellos y estos se le iluminaron como nunca antes había visto. En realidad, no me paraba a menudo a observar a Ron, de hecho, pocas veces lo hacía, pues yo me casé con él por lo que sentía, no por su aspecto, sin embargo, en esos instantes, me dejó con la boca abierta y totalmente atontada.

—Lo suficiente—dijo con una voz glacial—¿Cómo se encuentra nuestro invitado de honor?

—Bien,supongo.Estaba dormido cuando entré.                                                    

Mi marido suspiró con cansancio.

—¿Podemos hablar en la habitación, por favor?—preguntó educadamente.

Caminé tras él, siguiendo sus pasos como si desconociera mi propio hogar, pues él me guiaba por el pasillo como si fuera la primera vez que pisaba aquel suelo. Llegamos a nuestra habitación, Ron no se había girado ni una sola vez para ver si le seguía, sin embargo, se detuvo al llegar a la puerta y se dio la vuelta. Esperé a que le salieran las palabras que parecía tener atoradas en la garganta, pero prefirió callarse, ya que desvió la mirada y abrió la puerta.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué tanto misterio?—dije intentando sonreír.

Ron no contestó a ninguna de las preguntas, simplemente me miró, sin desprecio ni alegría, sin ningún sentimiento en la mirada, y luego se sentó en el borde de la cama, juntando las palmas de las manos como si rezase.

—¿Tú me quieres, Sophie?—preguntó tras unos minutos que se me antojaron horas—¿Me quieres? Porque si no me quieres no sé qué estamos haciendo, ya no sé qué está pasando a mi alrededor.

—Claro que te quiero, eres mi marido. ¿Por qué dices eso?—pregunté con miedo, sin moverme del sitio en el que me había quedado antes de que cerrase la puerta—Me confundes, Ron.

—No, Sophie. ¡Tú me confundes a mí!—dijo mirado hacia el techo—¿Crees que no me doy cuenta de ciertas cosas? Aún recuerdo el día en que me enteré de que habías quedado con Malfoy en Borgin y Burkes… ¿Y sabes qué? Todo esto fue por aquella visita que le hiciste, todo esto está pasando desde aquel maldito día. Y no hay un minuto en el que pueda vivir tranquilo.

Me coloqué frente a él con cautela, su cabeza pelirroja estaba echada hacia atrás, la mirada fija en el techo, yo sabía que era por las lágrimas, Ron no quería que le viera llorar. Aquella imagen que tenía ante mí, la vería más tarde cada vez que cerrase los ojos. Me sentí tan perdida después de las palabras de Ronald, él siempre había sido el apoyo que yo necesitaba y ahora le estaba perdiendo, por no saber olvidar el pasado.

—¿No dices nada?—dijo, pero yo sabía de sobras que no había terminado y que todavía tenía más cosas que decir—Entiendo tu silencio, yo tampoco sabría que decir después de haber tenido una conversación como la que has tenido, con Draco.

¿Weasley o Malfoy? (2014)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora