Prólogo.

122 7 0
                                    


Prólogo.

Europa Oriental. Países Bálticos. Estonia. Ciudad de Tartu.

El frío era tan intenso que su aliento se entrecortaba y cada amago de respiración le provocaba insoportables pinchazos. Todos los lugares cálidos que conocía adquirieron repentinamente un aura idealizada, incluso el aula de la facultad, que solía detestar, se le antojaba un edén soñado. Con una mueca irónica, apreció como, comparados con el viento helado y las gélidas temperaturas de aquella noche, aquellos niñatos que solían atestar su aula, se habían convertido en una compañía deseable.

Llevaban días de una de las peores ventiscas vista en años pero ninguna advertencia de las autoridades de mantenerse a cubierto podrían haber impedido que recorriera la distancia entre su casa y la de su amigo. Necesitaba advertir a Jensen, incluso a costa de congelarse: tenía que cumplir su vieja promesa y confesarle la verdad. ¡Había sido tan ingenuo! pero ya era demasiado tarde, todo había comenzado de nuevo y, ésta vez, era por su culpa.

Se obligó a dar otro paso, a pesar del esfuerzo que suponía cada movimiento. La nieve había cubierto gran parte de los senderos y, aún con el equipo adecuado, resultaba muy difícil moverse por el exterior. Observó el camino que aún tenía por delante y contuvo un gemido agotado. Respiró con suavidad, en un intento de controlar el ardor punzante que recorría su garganta, pero la menor cantidad de oxígeno hacía más pesadas sus articulaciones y aumentaba su cansancio. Necesitó detenerse de nuevo y empezó a temer haber sobreestimado sus propias fuerzas, ya no era un muchacho lleno de energía y su cuerpo había dejado de responderle como antaño, quizá debería haber buscado otra manera de encontrarse con el maestro.

Necesitaban reunirse en persona, Jensen no creería nada a menos que pudiera mostrarselo, pero quizá había exagerado la urgencia que lo había empujado al camino en aquellas circunstancias. Aún así, desde que había comprendido hasta qué punto había sido engañado y manipulado, el temor por su vida y la de Jensen no habían dejado de aumentar. Quizá no tuvieran otra oportunidad de reunirse: su reprimido y silenciado instinto había despertado desde lo más atávico para hacerle sentir que tenía que encontrarlo esa misma noche, costara lo que costara. Cada paso, cada movimiento, cada respiración, agotaban su viejo y débil cuerpo, probablemente aquel esfuerzo le pasaría una gran factura pero eso no le mataría y era lo mínimo que le debía al maestro después de todas las mentiras que le había contado.

El edificio de apartamentos que ocupaba Ackles se levantaba en lo alto de la colina, en la periferia de la ciudad. Siempre había admirado la vista que podía contemplarse desde aquel lugar, pero ahora, mirando los metros que aún debía ascender, maldijo entre dientes la elección del otro maestro. Se detuvo otra vez para coger aliento, lamentando que tardaría tres veces más en alcanzar su destino de lo que lo hubiera hecho en su juventud.

La vista de la ciudad ya era hermosa desde aquella altura, cubierta de nieve e iluminada por las farolas, y le invadió un inusitado cariño hacia las piedras que la levantaban, casi tan ancianas como sus propios pies. En los últimos años la nostalgia solía hacerle apreciar lo que había dado por sentado tiempo atrás, los años que había pasado lejos de aquella ciudad en la que había nacido ahora le pesaban como un tiempo que nunca podría recuperar. A medida que su cuerpo se ajaba, retorcía y encogía, se sentía más y más unido a aquella tierra.

Desde aquella altura, Tartu se asemejaba a una criatura nevada que, ignorante de las oscuras fuerzas que se despertaban en sus más ocultos rincones, dormía plácidamente. Aquel pensamiento le produjo un escalofrío e, inevitablemente le llevó de nuevo a pensar en Jensen y su ceguera ante la oscuridad que le acechaba, ceguera a la que había contribuido más que activamente. Al principio le había empujado el miedo pero después el afecto lo había reemplazado y resultó ser mucho peor consejero, pues había sido la principal causa de su imperdonable negligencia.

Linaje. (WIP) Where stories live. Discover now