Capitulo 6.

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CAPITULO 6.

Ciudad de Tartu.

Jensen cerró la puerta de su casa con cuidado, a pensar de su estado de ánimo, le gustaba cuidar de las cosas a su cargo. De inmediato el sonido de un animal grande, bufando encantado, le hizo girarse hacia un enorme gato blanco y negro de ojos tan verdes como los suyos.

Sueño!- le llamó, y el animal saltó a sus brazos buscando el calor humano, Jensen lo acercó con cariño a su pecho llevándolo consigo hasta el sofá de la sala. Necesitaba relajarse y acariciar a su gato un rato parecía una buena estrategia para lograrlo. Soltó al minino sobre el sofá mientras se acercaba a su cuarto para deshacerse de la ropa que llevaba puesta. Al desabotonarse la camisa, el recuerdo de su encuentro con el detective pugnó por regresar pero lo mantuvo a raya con firmeza. La irritación continuaba siendo la emoción predominante, y permitió que ésta le invadiera manteniendo todas las demás bien sujetas.

Una vez se hubo puesto más cómodo regresó a la sala donde Sueño le aguardaba, aún en el mismo lugar donde le había dejado. Se dejó caer sobre el asiento y de inmediato el gato tomó su lugar en su regazo. Acarició el lomo suave del felino sintiendo que parte de su enojo empezaba a esfumarse. Quizá había reaccionado de un modo algo exagerado, en realidad la conducta del otro hombre tenía un elemento cómico. Sonrió recordando el modo en que se había alejado de él, como si Jensen fuera su peor pesadilla. Pero por mucho que su ego se hubiera resentido en un primer momento, no tenía ninguna duda de que lo que había sucedido en el aula vacía había sido responsabilidad de ambos, no solo suya.

Sueño comenzó a ronronear como si deseara mostrarle su aquiescencia. Continuó acariciándole con suavidad, debía preparar algo de cena y alimentar al gato también, pero su mente vagaba lánguidamente por los hechos de la tarde, buscando una respuesta que le satisficiera del todo. Desde luego no podía sacar nada en claro sobre la reacción del policía, no había cruzado más de dos silabas con él antes de que acabaran comiéndose la boca como dos adolescentes. Pero podía analizar la suya y se conocía bien, después de múltiples fracasos, había llegado a una conclusión clara sobre sí mismo. Antes de esa tarde había estado bastante convencido de ser asexual. Ya no podía aferrarse a aquella idea. Curiosamente siempre le había relajado pensarlo, en cierta manera el sexo le parecía desordenado, traía demasiadas complicaciones consigo y él había sentido que tenía cosas mucho más importantes en las que centrarse.

Quizá se había hartado de que todos sus amantes parecieran obsesionarse con él, de un modo absurdo y desquiciado. La intensidad con la que todos parecían desear "poseerle" le enervaba, pero después de un tiempo, comprendió que no era mera casualidad, sucedía siempre, de un modo u otro. Había llegado a creer que algo, en su naturaleza o personalidad, despertaba aquel tipo de respuesta psicótica. No era un pensamiento agradable. La ocasional satisfacción de algunos encuentros sexuales no compensaban las consecuencias emocionales, simplemente se había hartado de contratar más seguridad o pedir ordenes de alejamiento, había dejado de ser gracioso cuando era adolescente, si es que lo había sido en algún momento.

Su baja libido le había facilitado el proceso de relegar las necesidades sexuales a un cajón cerrado con llave, al menos hasta ahora. El sexo no parecía algo tan sobrevalorado horas antes: El abandono que había sentido en brazos de aquel hombre... se estremeció, ni siquiera había sabido que podía llegar a desear tanto tocar otra piel, que el deseo podía transformarse en una necesidad aguda e imperiosa que se apoderaba de todo. Lamentó que el hombre se hubiera escabullido de aquella manera pero esta vez por otros motivos, su aula seguía sin ser el lugar adecuado para tales efusiones, pero quería descubrir más sobre aquella faceta de sí mismo, se preguntaba como de lejos podía llevarle aquella compulsión física. La mirada franca y despejada de aquel hombre tenía algo distinto, no había ni un mero reflejo de aquella oscura necesidad de posesión que contemplaba siempre en los ojos de los otros y pensó que ese era su mayor poder de atracción, el hecho de que parecía ser capaz de escoger.

Linaje. (WIP) Where stories live. Discover now