Capitulo 18

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CAPITULO 18

Sur de Estonia. Bosques de Karula.

Veinticinco años antes

Los ojos azules del muchacho le dejaron sin aliento. No podía considerársele realmente guapo, pero sus ojos destacaban en su rostro como gemas en el barro. Sin apartar su mirada de él, intentó buscar algo con lo que continuar la conversación. Él reía divertido ante algo dicho por su amigo, molesto por no ser el centro de su atención, sin embargo continuaba sin saber qué decirle.

-Morgan, no? He oído cosas interesantes sobre vosotros- algo en su sonrisa le hizo parpadear, un cierto deje burlón, pero mantuvo su silencio. El pudor que le invadía era algo tan nuevo como inesperado, y no podía decir que no lo disfrutara. En cierto modo. Les escucho intercambiar bromas y sintió satisfecho como aquellos ojos azules se desviaban hacia él una y otra vez. Cuando su amigo hizo su oferta de mostrarle el jardín de su padre, los miró algo molesto. Aquella propuesta debería haber partido de él, pero no había ninguna doble intención en el rostro de Morgan y se relajó. Se movió con ellos pero permitió que Joseph dirigiera la conversación, sintiéndose estúpido por haber desconfiado de él. Nadie podía ser más leal que Morgan. Éste y el muchacho de ojos azules no dejaban de hablar entre ellos, intentó prestar atención a la conversación pero se sentía demasiado confundido por sus reacciones ante el chico. El aroma que éste exhalaba era realmente reconfortante además, y solo cuando alcanzaron la entrada al jardín de su padre, tuvo la necesidad de tomar el control del grupo.

-shhh... -les susurró a ambos mirándoles con una sonrisa- no hagáis ruido, si uno de los guardianes advierte a mi padre, nos castigarán para después enviarnos a otra zona. -Asintieron y, sintiéndose especialmente audaz, les dirigió con paso seguro a través de un pasadizo oculto tras una de las grandes efigies de la entrada a la quinta esfera. Aquello era su pequeño secreto y, ante la mirada admirada del nuevo visitante, sintió el orgullo invadirle. Se movió para tocar levemente a Morgan mirándole de modo significativo, y su amigo y cómplice no le falló, con una sonrisa le vio asentir en silencio. Al otro lado del túnel, se abría un pequeño portal a través de un altar de piedra estratégicamente situado. Se adelantó para asegurarse de que ningún miembro de su familia estaba de visita. Entraron casi a trompicones tras él y, el modo en que el joven de ojos azules casi cayó sobre sus rodillas, le hizo palpitar con el deseo de recogerle y asegurarse de que no se dañaba. Pero éste se levantó de inmediato para mirar el lugar con expresión extasiada.

-Roana- le escuchó murmurar.

-Mi padre venera los recuerdos de la primera morada, pero fue mi madre quién la construyó. -El chico asentía escuchándole mientras sus ojos contemplaban cada rincón con una expresión casi dulce. Mientras lo miraba, sintió un vacío extraño en sus intestinos, como si hubiera olvidado alimentarse durante días. Aquella aprensión ataba su curiosidad. Quería saber quién era, cuál era su familia, y sobre todo, comprendió mirando aquellas pupilas tan azules como las suyas, ¿se había unido a alguien ya? Los ojos del chico le buscaron de repente, como si hubiera escuchado sus dudas, y contempló cómo le sonreía despacio. Las riome cubrían el suelo como un manto bicolor, la sonrisa del joven parecía reflejar su ambivalencia y sintió el peso del temor en su vientre. Su amigo se alejaba ya con una excusa, dejándoles a solas, y una parte de él luchó contra el impulso de llamarlo de vuelta con una excusa. Sentía aquella mirada azul, que reflejaba la suya, clavada aún sobre su rostro y, con una aprensión que nunca antes había conocido, intentó sonreír en busca de las palabras que le habían eludido desde el primer momento en que le había mirado.

-Misha- le susurró el joven- lo miró confuso, incapaz de entender a qué se refería- Misha – le repitió claramente divertido- es mi nombre. Asintió, sintiéndose tan torpe como estúpido pero la risa del otro, Misha, le reconfortó. Respondió su sonrisa con una propia y el peso que sentía pareció aligerarse. El otro se había alejado de nuevo, se movía hacia la arboleda de piedra y caminó tras él, observando la agilidad de sus pasos con una sensación que nunca había sentido. La mirada del chico le buscaba con frecuencia haciéndole sonreír, "Misha" suspiró su nombre como una palabra secreta que contuviera un enorme poder. Le vio detenerse ante el primero de los troncos rocosos, y entonces el chico dio un salto hacia él, sobresaltado retrocedió pero las manos del otro le sujetaron los brazos. No había presión en ellas, se sentían suaves sobre la piel y suspiró confuso. Sin estar del todo seguro de qué buscaba en él.

-No me lo has dicho.- le susurró Misha acercándose tanto a su rostro que podía sentir su aliento como una brisa suave sobre las mejillas. Le miró sin entender y la risa del chico le hizo sonreír de nuevo, feliz por verle reír, incluso si era de él. -Tu nombre...no me lo has dicho- le explicó sin dejar de reír. Asintió avergonzado. El calor sobre las mejillas le ofuscaba. Temía estar sonrojado y que Misha creyera que era un niño. Tenía ya diecisiete años, solo le quedaba uno para la ligadura. No era un niño ya.

-Ian- incluso a sus oídos su voz sonó algo raspada. Intentó buscar algo que añadir para modificar la impresión que el chico pudiera estar teniendo de él, cuando éste le asustó al inclinarse hacia aún más hacia su rostro. Pero esta vez no retrocedió. Esperó asustado, pero también expectante, preguntándose si iba a besarle. Solo Morgan sabía que no había besado aún a nadie. Los controles eran tan estrictos antes del ritual de ligadura que era demasiado difícil desafiar la tradición, y en todo caso, no había sentido hasta ese momento el deseo de hacerlo Los labios de Misha tocaron los suyos con ligereza. El tacto fue tan suave que Ian casi gruñó frustrado, hasta que comprendió que el chico no estaba seguro de su respuesta. Intentando mostrarle su entusiasmo se acercó más a él, apretando sus labios contra los ajenos, esperando que éste los abriera, sintiendo como aquella aprensión en el vientre se había convertido en un enorme agujero negro que pulsaba con un ritmo insoportable. Entonces Misha abrió su boca sobre la suya, e Ian tuvo que sujetarse contra el cuerpo del otro para no caerse al suelo, sorprendido por la mezcla de sensaciones que le invadió. El beso se prolongó menos de lo que deseaba, aunque no podía sentirse más satisfecho cuando se separaron. Misha lo miraba con las mejillas ruborizadas y los labios más oscuros de lo que recordaba.

-Ian- murmuraba éste encantado, provocándole una tonta sensación de ingravidez. La mano de Misha agarró la suya y le llevó hacia el interior del bosquecillo inánime. E Ian perdió el sentido del tiempo, parecían estar allí juntos desde siempre, contándose cosas que nadie más había escuchado de sus labios. Misha le contó quién era, lo que su familia aguardaba de él, e Ian comprendió, al escucharle, que su padre estaría feliz de verle unido a alguien como él. No tardó mucho en confesarle sus miedos y esperanzas. Después de lo que le pareció toda una vida, Misha cogió su mano, con un gesto sorprendentemente tímido después del beso intercambiado y el largo tiempo de confidencias mutuas. Los dedos sobre los suyos se sentían pesados y suaves, observó sus pieles juntas y buscó su mirada. Misha le hablaba, así que se concentró en su voz sin dejar de admirar su sonrisa.

-Esperan lo mejor de mí, ya sabes, toda esa responsabilidad.... pero creo que sería bueno... encontrar a alguien –lo miró significativamente y el nudo en su vientre se deshizo al fin, poniendo las cosas en su lugar. Entendió como se había sentido su madre años atrás cuando su camino se cruzó con el de su padre, y sonrió alborozado, los dedos de Misha se cerraron sobre los suyos y la caricia pareció una promesa entre ambos. Asintió incapaz de hablar, satisfecho por primera vez con su destino.

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Linaje. (WIP) Where stories live. Discover now