Capitulo 12

8 2 0
                                    

CAPITULO 12.

Ciudad de Tartu.

Actualidad.

Durante los siguientes días evitó pensar en lo sucedido con el detective en su casa. Pero su mente traicionera solía evadir sus precauciones en cuanto cerraba los ojos para buscar el sueño. El nombre del otro se colaba en los momentos más inesperados para recordarle la deuda pendiente. Porque había empezado a pensar que aquel hombre le debía algo después de dejarle.... a medias, en dos ocasiones. Había pensado en buscarle para hablar con éste en algún lugar "neutral" y aclarar lo que había pasado, pero una parte de él consideraba que era el detective quién debía buscarle para disculparse. Sabía que estaba siendo algo irracional al respecto. Si deseaba "solucionar" la situación, no tenía sentido dejarse llevar por una actitud tan belicosa e infantil como asumir que la culpa era del otro y que lo arreglara si quería. Él también quería arreglarlo. El detective le gustaba mucho físicamente pero también le intrigaba, lo poco que había vislumbrado de su personalidad le atraía casi tanto como el exterior. También le encantaba el modo en que el hombre le deseaba, la intensidad y crudeza que despertaba su propio deseo, pero era la ausencia de la posesividad enfermiza a la que estaba acostumbrado lo que le más le atraía. Realmente quería conocer mejor a aquel hombre, preferiblemente después de un par de jornadas de sexo maratoniano. Se burló de sí mismo al cruzársele tal pensamiento. Ni siquiera estaba seguro de lo que tal cosa implicaba. Pero le gustaba como sonaba. Sin embargo le había dejado frustrado y abandonado dos veces, y, aunque había intuido que había una razón real detrás de su actitud, no lograba imaginar cuál era y continuaba molesto con el policía.

Seguía dándole vueltas a su dilema cuando recibió un mensaje de Danneel, una de sus compañeras de trabajo. El mensaje le hizo suspirar, no había pensado acudir a las ruinas hasta un par de horas más tarde, pero en vista del caos que pintaba la mujer, parecía buena idea adelantar su llegada. Media hora después se hallaba al pie de la colina donde habían encontrado la que parecía ser la entrada principal al recinto subterráneo. Aparcó su vehículo y descendió despacio, mientras buscaba algún ejemplo de la agitación que su compañera le había insinuado. No tardó en hallar el problema. El nuevo estudiante, Brock, parecía estar lidiando con algo que le superaba. Con una sonrisa se aproximó a echarle una mano. No había muchas maneras de tratar con vecinos irracionales cuando decidían dar problemas. La experiencia le había enseñado que la mejor manera de abordar ese tipo de asuntos era ser respetuosos en todo momento y no ofender su sentido de la dignidad, y, tarde o temprano, las objeciones caían por su propio peso. Pero al parecer el chico no había sabido llevar bien la situación y ahora intentaba hacer frente a un grupo de visitantes de la zona que parecían completamente enojados. Detectó a Danneel a pocos metros de su alumno, intentando calmar los ánimos pero el carácter belicoso de la mujer no se prestaba para ello.

De un vistazo intuyó quién llevaba la voz cantante del grupo de vecinos y se dirigió sin dudarlo hacia la mujer que parecía empujar los ánimos, a pesar de que era la única que se mantenía en silencio. Su lenguaje corporal era tan revelador que Jensen no tuvo dudas sobre ella. Se acercó al grupo y le ofreció su mano a la mujer mientras se presentaba, la vio parpadear sorprendida un segundo antes de presentarse, tomó nota del tono complacido de la mujer. Le gustaba haber sido advertida, eso podía jugar en su favor.

-Genevieve, Genevieve Padalecki- se presentó y entonces fue Jensen el que parpadeó sorprendido. Aquel apellido... no era como si pudiera olvidar fácilmente un apellido semejante. Confuso se preguntó que probabilidades había de encontrarse con dos personas con el mismo inusual apellido en tan pocos días. Intentó disimular su curiosidad sin embargo. La mujer le estaba explicando con un tono de voz suave, que le resultó sorprendentemente agresivo, lo que tanto les molestaba. Como siempre se trataba de un conjunto de temores carentes de sentido, no había ninguna posibilidad de que su pequeño grupo usara explosivos ni provocara ningún derrumbe y las quejas sobre ruidos eran todavía más absurdas, sin embargo tomó nota de la acusación de empobrecer los terrenos adyacentes con vertidos tóxicos y de haber contaminado el agua. A priori era tan inconsistente que se preguntó a qué obedecían tales tonterías.

Linaje. (WIP) Where stories live. Discover now