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• Capítulo 6

Como de costumbre y el cambio climático de Cancún, era una tarde gélida en la que el mismo frío helaba las casas.
Cuando Madison dejó de estudiar para los exámenes del semestre, se tomó el tiempo para hacerle una llamada a Lyonel, a quien no había visto en los últimos días.

Ahí fue cuando las cosas extrañas comenzaron a ocurrir.

—El número que usted marcó está fuera de servicio. —Decía la grabadora, lo que a Mad le pareció en absoluto extraño, llamó una y otra vez hasta que alguien respondió.

—Hola, ¿Leo?

Una interferencia le hizo alejar levemente el teléfono, era como si se hubiese producido un sonido blanco muy estridente.

—¿Lyonel? No estoy jugando. —Río por nervios, pero al percatarse de que nadie respondía, el miedo se apoderó de ella, obligándole a colgar de inmediato.

Se asomó por la ventana para poder ver del otro lado de la calle, que para su sorpresa la casa de Lyonel no parecía ser siquiera habitada, la luz debería haber estado encendida para tal oscuridad del día. Sin embargo no era lo suficiente tarde como para dormir, por lo que seguía siendo extraño.

Decidida salió para buscarlo directamente, se acercó a la casa y tocó el timbre, percatandose del gran silencio que reinaba, había telarañas en el marco de la puerta, las ventanas estaban cubiertas de polvo y muy seguramente el timbre que tocó más de una vez no servía. Simplemente con mirar el apartamento cualquiera sabría que nadie vive ahí, inclusive las macetas del jardín en las que parecía que alguna vez floreció algo, estaban completamente secas.

Madison se rindió por fin, cruzó la calle y cuando estuvo por entrar a su casa volteó esperando que alguien se asomase, o por lo menos ver a Lyonel asomado, cosa que no ocurrió.

Entró al departamento, pensando en que era todo eso que había pasado, se preguntaba si él estaba bien. Como solía pasar, sus padres trabajaban hasta tarde, su hermano había ido a visitar a la familia lejana y ella, sola.

Repasó con la mirada cada rincón de la casa, observando las fotos que cada determinado tiempo su familia colgaba en la pared. Su hermano quien era todo un payaso andante, se miraba el más serio y reservado en los marcos.

El aburrimiento la invadió y en un movimiento consiguió tomar el control del televisor, finalmente era lo único que podría distraerla.

En su canal preferido transmitían los episodios de una de sus series más preciadas y en cuestión de minutos ya tenía una gran taza humeante de atole de nuez que su hermano había preparado el día anterior, justo lo dejó en la mesita de centro cuando una tormenta se soltó, provocando un estruendo cuando la luz de un rayo cayó, iluminando toda la calle y causando que la colonia se quedara sin electricidad.

A Mad no le gustaba la oscuridad, así que más rápido que cualquier relámpago fue por veladoras a la cocina, tenía pensando encenderlas en el comedor y en la sala, pero infortunadamente a penas había dado un paso, descubriendo una misteriosa sombra sentada en el sofá, hacia ruido con la suela de sus zapatos y la pobre Mad sintió que el alma se le escapaba del cuerpo, su corazón se aceleró demasiado. Subió corriendo las escaleras para encerrarse en su habitación.

—Mad... Mad... Mad... Ayúdame. —Decía en una voz gutural, espantosa, mientras se escuchaba como se arrastraba por el suelo.

De inmediato dejó la veladora en el buró para marcar al teléfono de su hermano, quien, debidamente en situaciones urgentes nunca contestaba.

No había escapatoria de aquella pesadilla real, estaba muerta de miedo y sólo después de varios minutos pudo recobrar el alma cuando esa presencia siniestra desapareció.

Ella se quedó profundamente dormida bajo las cobijas, teniendo sueños nada agradables...

Mi Vecino No Existe © Reedicion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora