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Capítulo 20
Final


Era domingo, a Mad le costó demasiado poder despertar, era como si nada quisiera que ella se levantara de la cama, su alarma se quedó dormida, su hermano salió desde temprano y sus padres tampoco estuvieron por cuestiones laborales.

Sin embargo se encontró con que un precioso colibrí picoteo varias veces el cristal del ventanal, logrando así despertarla.

Con una gigantesca playera blanca que en algún momento fue de su hermano, bajó para tomar su desayuno, increíblemente las ganas de vivir este día se esfumaron, no había ni un poco de motivación, su cuerpo le pesaba, los ojos no querían mirar bien, caminaba con torpeza y decidió sentarse un momento para intentar reanimar sus sentidos.

Soltó unos cuantos suspiros mirando un punto muerto en la cocina, hasta que él hizo acto de presencia, se puso frente suyo y cruzó los brazos.

—¡Oh vamos, vamos! Despierta Mad, tengo hambre, ¿qué vamos a desayunar? —Preguntó él sonriendo. —Se me ocurre, ¿por qué no haces un jugo de naranja con pan tostado o hot cackes? Tienes los ingredientes necesarios, anoche vi a tus padres llegar con un montón de bolsas de compras. —Lyonel estaba de un gran humor, como si hubiese vuelto a la vida, pero en cambio Mad parecía haber muerto. —¿Oye? —Se acercó. —¿Qué es lo que ocurre?

—No tengo ganas de nada.

—¿Por qué?

—No lo sé Leo, es como si, me hubieran dado la peor noticia del mundo, algo que por supuesto no ha pasado.

—No dejaré que permanezcas así todo el día, tienes que subir ese ánimo, anda, hoy cumplirás el plan, ¿recuerdas? Tienes que hacerlo con una gran energía.

—No sé si podré hacerlo. —Respondió con la voz apagada.

—Claro que podrás.

—Tengo miedo Lyonel.

—Tú me estás dando miedo con esa actitud.

—¿Por qué no me dices que pasará después de que lleve a cabo el plan ah?

Negó. —Es un secreto, linda, pero si me disculpas, tienes que hacer tus actividades, anda, preparate el desayuno, ve tus series, lava los trastes, lava la ropa, todo aquello en tu rutina diaria. —Le incitó, pero ella seguía de la misma manera, se quedó así por varios minutos hasta que él decidió acceder a una última herramienta. —Prometo que si haces tu rutina, voy a volver para tí.

—¡¿Qué?! —Ella volvió enseguida en sí misma. —¿Qué estás diciendo? No juegues con esto Leo. —Se levantó y dirigió a la alacena.

—No estoy jugando, estoy hablando en serio, quiero volver para tí, no quiero ser por siempre esto. —Se señaló con ambas manos.

—Sé que quieres hacerlo, pero suena muy fácil si lo dices así, no me prometas nada, por favor, me das mas miedo. —Dijo ella y automáticamente, realizó su rutina...

Cuando fueron casi las doce de la madrugada, Mad puso la fotografía de Lyonel en su escritorio, tomó la veladora y la puso entre ambos.

—Estoy nerviosa. —Susurró tratando de sostener los cerrillos.

—No te preocupes Mad. —Le sonrió cortamente. —Puedes hacerlo.

Asintió y estando a punto de encenderla, él la interrumpió.

—Antes, quiero decirte algo. —Agachó la mirada. —Te amo Mad, solo voy a amarte a ti. —Sonrió y la abrazó unos segundos, momento en el que Mad deseó aún más una vida para él, pero, no deseo una vida juntos, solo deseó una vida para Lyonel.

Pronto encendió la veladora y entonces Lyonel dijo una vez más algo que rompería por completo el corazón de Madison.

—Lo siento mucho, lamento haberte pedido esto a tí, justo tenías que ser tú. —Tocó sus manos. —Pero no volveré, no volverás a verme, porque es gracias a ti que he encontrado el camino. —Susurró eso último con la voz entrecortada y a Mad inmediatamente se le formó un nudo en la garganta, quizo reaccionar, pero no pudo hacer nada porque Lyonel desapareció al instante.

Se quedó destrozada, creyó por un momento que sólo lograría hacer que Leo descansara, pero no imaginó que desaparecería para siempre.
Entonces supo que esa fue la razón por la que él no le dijo las consecuencias del plan.

Mad permaneció un mes triste y con inestabilidad emocional, después a finales de septiembre comenzó a sentir que la depresión le abrazaba, pero cuando llegó octubre notó una vibra distinta en casa.

Desde entonces, cada octubre e inicios de noviembre Lyonel va a visitarla, para dejarle sus señales, mariposas, colibríes e incluso flores.

Mad comprendió muy tarde, que cada pequeño detalle vivido en Cancún formaba parte de todo aquel grande misterio con respecto a Lyonel.

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