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• Capítulo 7

A la mañana siguiente al entrar a la institución chocó contra Lyonel.

—Mad. —La miró serio, tomándola de los brazos y ella sonrió ampliamente, mientras que todos los jóvenes que pasaban a su lado la miraban extrañados.

—Leo, ¿por qué siempre que estoy contigo todos me miran así? ¿Creen que soy un extraterrestre acaso? —Dice burlona, a lo que él solo guarda silencio. —¿En qué salón estás? —Continúa.

—En el 503 C. Ya debo irme. —Responde corto, para caminar en dirección opuesta a la que Mad está por dirigirse. Intenta seguirlo demasiado tarde, pues el timbre anuncia el inicio de clases.

Luego de cuatro horas consecutivas  llega la hora de receso, haciéndole ir hacia el salón en el que supuestamente Lyonel le indicó, sube las escaleras con prisa, encontrándose con los salones "501 A y 502 B" al parecer el 503 C no existe.

Con intriga se acerca a un estudiante que sale del aula 502.

—Disculpa  ¿Y el salón 503?

—¿¡Qué?! —La mira con una cara larga. —¿Estás jugando? Ese salón no existe desde hace tres años, ¿no lo sabías?

—¿No existe? Pe-pero...

—Lo siento, muero de hambre. —Y sin más se marchó por el pasillo dejándola con una serie de dudas.

Iba a averiguar lo que pasaba, no pensaba simplemente dejarlo así. Caminó un poco más, analizando la pared, esta parecía haber sido construida y sellada para evitar que alguien entrara al supuesto salón 503 C, de hecho, la pintura estaba mal combinada, era como si no recordaran el tono original con el que pintaron toda la institución, se quedó observando durante unos minutos y al volver por el pasillo recordó que todo tipo de avisos importantes así como noticias ocurridas se dejaban pegadas al periódico mural de la entrada.

Bajó las escaleras yendo hasta ahí, entre miles de recortes su vista se concentró en uno de entre tantos reportes. "El salón 503 C es clausurado tras incendio."

Inevitablemente algo en su interior le generó una de las sensaciones más vacías y tristes, no tenía nada que preguntar, era claro, aunque no entendía por completo volvió a su aula, no iba a perder más tiempo, se sentó en su respectivo lugar para desayunar su yogurt, llenando su mente de más y más preguntas, desde que llegó a Cancun nada era normal.

La creciente lluvia hace su presencia exactamente diez minutos antes de la hora de salida, Mad saca el paraguas que normalmente tiene que llevar por culpa del clima, cubriéndose de la lluvia para volver a casa logra distinguir a la distancia a Lyonel.

Mojado, con los cabellos revueltos en la frente y a punto de cruzar la calle.

—¡Leo! —Mad consigue tomarlo del hombro para detenerlo.

La mirada de Lyo no es la misma, cada vez más triste.

—¿Sucede algo? Tengo mucho que hablar contigo.

—Madison, sé que todo hasta ahora es raro. —Agachó la mirada.

—Dime que pasa. —Sin responderle se soltó de su agarre para cruzar rápidamente, dejándola sola.

Mi Vecino No Existe © Reedicion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora