Progolo

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Oxfordshire, Inglaterra

-Perfecto, ahora que quieres ¿Un golpe en el estomago quizás?

Juan Pedro torció su labio superior en algo parecido a una sonrisa y luego se dejó caer en el mueble frente a la delicada mesa de té, perteneciente a la esposa de su mejor amigo, Charles.

-Ahora que sabes sobre mí pequeña verdad, espero que no salgas corriendo como una gallina pensando que tomare tu sangre en cualquier momento.

-Bien.

Juan Pedro parpadeó sorprendido.

-¿Bien? Yo te digo que soy un vampiro y que he vivido durante quinientos años ¿y tú solo me dices eso?... ¿Bien? Ah demonios.

-Oye, oye; yo ya te dije que somos amigos pase lo que pase, no es para que te retuerzas mientras te lo recuerdo. Me caes bien Lanzani, es solo eso.

-Gracias, tú también me caes bien Charles –o eso creo-

Charles sirvió un buen vaso de Whisky y lo tomó de un solo trago.

-¡Joder! ¿Por qué nunca se me había ocurrido? Nunca comías con nosotros, no te dejabas ver a la luz del sol y siempre andabas paliducho –volvió a servir otro vaso y esta vez comenzó a beberlo poco a poco –Espero que no tengas pensado matarme a mí y a Sarah y luego salir por la puerta.

Juan Pedro sonrió y negó con la cabeza. No tenía la más mínima intención de hacerles algo a alguien como Charles y su esposa; volvía a repetir, era su mejor amigo además del único conocedor de su secreto. Observó la ventana descubierta que permitía la cansina entrada de la luz de la luna llena y recostó su cabeza al observarla.

-¿Crees que pueda explorar tu jardín?

-Seguro, seguro... Todo tuyo –dijo sirviendo su tercer vaso de licor.

-Deja de tomar, Sarah se enojará si te encuentra ebrio.

Lanzani se sentó en el césped y observó directamente la luna. Se sentía como si estuviera esperando algo, lo mismo que esperaba desde hace quinientos años. ¿Cuándo vendría a él? No estaba muy seguro, solo que lentamente la soledad iba y venía consumiéndolo en la sombras... Necesitaba que "Ella", Su compañera viniera a por él.

Viniera a sacudirlo y a salvarlo de la desdicha; de su propia oscuridad y de los demonios que lo acosaban desde el pasado más lejano de lo que pudiera recordar.

Había un río a sus pies, pero no se preocupo por agacharse a mirar su aspecto, ya que sabía que no se reflejaría en el. Los vampiros no tenían reflejo por no poseer un alma a la cual reflejar, pero entonces si no tenían alma ¿Por qué seguía él y los suyos vagando desde las tinieblas? No estaba seguro.

Solo sabía que dios los había odiado, a los que odiaba los castigaba y para él y su gente había decidido el peor de los castigos... Convertirlos en bestias sin alma y con sed de sangre; destinados a vagar por las tinieblas durante una eternidad.

El sonido de una risita inocente alcanzó sus oídos, los piececitos arrastrándose por el césped le hicieron levantar la vista. ¿Qué hora era? ¿Todavía dejaban las personas a sus hijos fuera de las casas tan tarde?

La risita ceso y la sombra de una niña se plantó a sus pies. La oscuridad de la noche –la luna había sido cubierta por las negras nubes que reflejaban la tormenta que se avecinaba- no dejaban verla, tan solo el volar de su vestido de encaje y sus cabellos sueltos arremolinados por el fuerte viento.

-¿Está triste por algo, señor? –La voz era dulce, infantil y llena de inocencia primaveral, aquella que solo poseen las personas que no han visto nada capaz de corromperlos; algo que él no era.

-¿Por qué lo pregunta, pequeña señorita?

Ella soltó una risita.

-Porque a lo lejos parecía como si fuera a llorar –Curioso. Pensó Juan Pedro.

-Ya veo... Gracias por tomarse la molestia de venir hasta aquí para saber cómo estaba –Sonrió levemente –Y perdone por haberla preocupado milady, pero descuide que soy muy capaz de aguantar los más crueles golpes del destino.

Ella dudo en hablar.

-¿Le gustan las flores, señor?

-Si, desde luego.

La niña registró su bolsillo y saco un capullo de rosa para entregárselo en las manos. La luna salió detrás de la nube y con su luz pudo darse cuenta de que era blanca... Pura y deliciosamente blanca. Levantó el rostro.

Y fue como si le hubieran golpeado. Ahora podía verla bien, la niña no tendría más de cinco años, pero el deseo precoz lo invadió... Los ojos caramelo lo observaban curiosos e inquietos y el cabello castaño completamente rizado se enroscaba y jugueteaba con el viento. Para ser solo una niña, era la criatura más hermosa que hubiera visto...

No lo creía... Simplemente no podía.

-¿No va a agradecérmelo?

-Gra... Gracias.

Y la sonrisa que ella le dio fue suficiente para comprobarlo. Después de quinientos años la había encontrado. Su compañera estaba delante de sus ojos. Pero ella salió corriendo antes de que pudiera decir algo más y él estaba demasiado asombrado como para seguirla.

Entró en el despacho de Charles, el estaba completamente dormido sobre su escritorio. Y al lado de él algo en lo que jamás había reparado. Una foto de su familia.

Estaba Sarah, Charles... Y su compañera en brazos de ambos; la hija de su único amigo humano. Sabía que era un grave error, pero el destino era el destino... Y la inocencia de ella era su única salvación.

Oscura inocencia Where stories live. Discover now