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-¿Mariana? –Ella prácticamente saltó dentro del jacuzzi mientras apretaba sus pechos con los brazos para evitar que él los viera –aunque ya había sido demasiado tarde-. Lo observó con fijeza, pasando saliva con mucha fuerza.

-¿Si?

Juan Pedro le devolvió la mirada y luego suspiro con cansancio.

-No voy a hacer algo que tú no quieras que haga. Puedes estar tranquila.

El problema no era lo que no quería que hiciera... Si no lo que quería que hiciera, que no era para nada decente. Tembló mientras pasaba su lengua por el labio inferior y logró asentir, a pesar de la sensación en su estomago y como sentía la piel en llamas.

-¿Por qué no me miras? –Oyó preguntar a Juan Pedro-.

-Esto es realmente incomodo... -Aseguró mientras levantaba la vista –Siempre me he sentido apenada de que mi madre me viera desnuda y ahora estoy desnuda frente a un hombre... Es muyyy vergonzoso.

Juan Pedro se acercó a ella con lentitud. Se veía tan preciosa con las mejillas rojas e intentando no mirarle. Deslizó los dedos por el mojado cabello de ella y se maravilló por la suavidad.

-Tienes el cabello más largo de lo que pensé –murmuró.

-Sí, es porque lo tengo mojado...

Centró la vista en su cara y observó directamente los deliciosos labios que había probado esa misma noche, había estado en el cielo ante la suavidad que experimentó. Los acarició con el dedo índice.

Mariana suspiró por la caricia e hizo lo único que pudo hacer en ese momento. Alzó la vista y junto sus labios con los de él. Gimió ante el sabor tan primitivo y masculino de su boca. Era todo virilidad... Y la hacía sentirse como una niña pequeña, y se preguntaba si una niña debería estar con un hombre como Juan Pedro Lanzani.

Él la atrajo con fuerza hasta que sus pechos quedaron apretados contra los músculos de su torso. La sensación de la piel desnuda provoco que sus pezones se erizaran sin piedad, y todo su cuerpo entró en escalofríos cuando Juan Pedro deslizó la lengua en el interior de su boca, invitándola a seguir ese vaivén erótico.

-Peter... -Suspiró contra sus labios. La mano de él se deslizo con rapidez desde su espalda hasta alcanzar uno de sus pechos y acariciarlo lentamente con el pulgar. El gemido de placer fue opacado por los labios de él.

Apretó el pezón entre los dedos índice y pulgar, mientras se separaba con lentitud de sus labios.

-Date vuelta, Mariana –Dijo mientras fruncía el ceño.

-¿Qué? –preguntó repentinamente abrumada.

-Que te des vuelta... -Un poco nerviosa, hizo lo que le pedía para sentir sus labios acariciar con suavidad su nuca y sus manos deslizarse hasta llegar y ahuecar ambos pechos y apretarlos suavemente. El calor alcanzó todo su cuerpo, y la sacudió con fuerza, mientras sentía la barba incipiente de él rasparle tiernamente la piel de la espalda.

Se recostó de su pecho, sintiendo la erección presionarle la parte baja de la espalda, justo donde terminaba la columna vertebral. La Toalla ya no estaba allí. La mano de Juan Pedro se deslizo desde su pecho, pasando por su estomago y vientre, hasta alcanzar sus muslos. El corazón le palpitaba rápidamente debido al bombeo de la sangre y la adrenalina que experimentaba... Nunca había tenido ese tipo de sensaciones que estaba viviendo en este momento de placer...

Deseaba que la tocara por completo. Que deslizara las manos por su cuerpo, acariciando cada rincón oculto de ella.

Cuando Juan Pedro rozó la parte interna de su muslo, cerró las piernas instintivamente...

Oscura inocencia Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin