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Juan Pedro arqueó una ceja al ver a Victorio sentado del otro lado de la sala con una mano sosteniendo su cabeza y la otra traqueteando la mesa con los dedos. No estaba en medio de tomarse una taza de té ni de leer una revista como normalmente hacía los días que lo visitaba.

-¿Pasa algo? –Preguntó bajando los archivos que sostenía hacia el escritorio.

Victorio soltó un sonoro suspiro y dejo de mover los dedos. Su mirada estaba perdida hacía la nada, como si su mente estuviera en algún lugar muy lejos del despacho donde se encontraba.

-No lo entiendo... Yo no quería que sucediera, pero ocurrió...

-¿El que, Vico? –Juan Pedro observó como Victorio se removía incomodo en el asiento.

-Ella ha aparecido...

¿Ella? Juan Pedro soltó una carcajada...

-¿Con Ella te refieres a tu compañera?

Victorio gruño y asintió levemente.

-No sé quién es. Cayo desde un árbol, la atrape y luego la lance al suelo –Juan Pedro soltó otra carcajada más sonora -¿Quién no lo haría? Me he encontrado cara a cara con el diablo.

Juan Pedro agudizo la vista al parar de reír. Su habilidad de leer mentes, le permitía el acceso absoluto a la memoria de Victorio.

-Dices eso, pero estás luchando contra tu instinto de ir a por ella.

Victorio desvió la mirada hacia la ventana.

-No me iré a arrastrar a sus pies; El instinto es algo contra lo que se puede luchar –Victorio apoyó las manos en las rodillas y se levantó ágilmente de la silla frente al escritorio –Por favor, espero que respetes la intimidad de mi mente de ahora en adelante.

-Por lo de la mente, no te preocupes. Pero... Vico... -Juan Pedro sonrió cansinamente -¿Enserio crees que puedes contra tu instinto?

Mariana se levantó a media noche sudando y sollozando. Había soñado con la muerte de sus padres; El cuarto lleno de sangre y los cuerpos descuartizados y despedazados. La respiración se le trancó. ¡Dios mió! ¿Dónde había dejado su inhalador?

Se levantó con brusquedad tirando las mantas al suelo y dejando caer algunos cojines de su lujosa cama. Tosió un par de veces al sentir su pecho trancado. Mariana había vivido siempre con ataques de asma, pero ya llevaba algún tiempo sin que se apoderaran de ella, así que opto por librarse del inhalador.

Rebusco entre todas sus cosas e incluso tiro los cajones intentando encontrarlo. ¡No podía respirar!

Salió corriendo de la habitación. El pasillo estaba vacío, es que los sirvientes no trabajaban hasta tan tarde en la noche... Pero Mariana no sabía qué hacer... No tenía ni idea de cómo reaccionar a la falta de respiración que le había invadido. Siempre cuando el pecho se le trancaba era acompañado por una nube que cubría su mente y la cabeza que parecía y le fuera a explotar de un momento a otro.

Se puso una mano en la frente como si así lograra calmar el dolor y otra en el pecho comenzando a respirar con profundidad y calma mientras caminaba por el pasillo. Las lagrimas entraron en sus ojos y comenzó a rezar, pidiendo ayuda mentalmente.

Como por arte de magia, Juan Pedro Lanzani salió de atrás de la puerta de roble que estaba al final del pasillo –Vestido solo con un mono de dormir – y corrió hacia ella apresurado.

-¿Mariana? ¿Mariana? ¿Qué sucede? Dime por favor...

Tosió un poco aun completamente asustada y poso una mano en el brazo de él.

Oscura inocencia Where stories live. Discover now