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Brownie se movía incomodo entre sus brazos, pero aun así, Mariana no quería soltarlo, era como un escudo entre ella y Juan Pedro. Algo cohibida se sentó en la banca al lado de él. ¿Querría hablar con ella de algo? No tenía intención de mencionar lo de esta mañana...

Mariana observó todos los puntos del jardín... De noche iluminado por la luna era la cosa más fantástica y maravillosa que hubiese visto. Como sacado de un cuento de hadas. Los setos y las hojas que se enredaban en los muros del laberinto, parecían de color plateado... Las rosas se veían más coloridas y diferentes bajo la luna llena.

-¿Te gustan las rosas? –Preguntó Juan Pedro. Mariana volteó a verlo sobresaltada, pero logró asentir a tiempo -¿Qué color?

Mariana volvió la mirada hacia las enredaderas en el jardín y sonrió.

-Las blancas.

Juan Pedro asintió con complicidad.

-Sí... Me gustaban las rojas en un principio; pero el blanco puro, es sin duda alguna un color sensual y cautivador.

Ella dejo escapar a Brownie de sus brazos y volvió para verlo a él. El par de oscuros y diferentes ojos de Juan Pedro, brillaban bajo la luna llena, al contemplar las los blancos pétalos de las rosas inocentes. Mariana sintió una descarga eléctrica en todo el cuerpo.

Juan Pedro era sin duda alguna el dios de los muertos, la lujuria y la maldad. Era hermoso, tentador; al mismo tiempo que terrorífico y escalofriante... Un dios maligno, sin duda alguna. Él le devolvió la mirada con una sensual sonrisa y se levantó de la banca para dirigirse a los rosales localizados en una esquina del laberinto.

Corto con delicadeza una rosa... Mariana se sorprendió al ver que no se había enterrado ninguna espina; pero más la sobresalto al verlo acercarse a ella y tenderle la rosa blanca como una especie de príncipe... Un príncipe de la noche.

Los ojos de Juan Pedro la miraban, la luna a su espalda lo hacía oscurecer y que vagaran un montón de sombras a su alrededor. La levantó su mano y acepto con cuidado la rosa... Cautivada por el olor que la envolvía y lo maravillosamente abierta que estaba... Era el más hermoso de los capullos.

-Gracias, Juan Pedro.

Él sonrió complacido y luego señalo la puerta de la casa.

-Es hora de entrar, debes de estar cansada.

Mariana asintió débilmente con la cabeza y luego se levantó con ayuda de Juan Pedro. Brownie, al ver que comenzaron a caminar; la siguió a través del sendero del laberinto que llevaba directamente a la puerta trasera de la casa –Ella había explorado lo suficiente como para saberlo.

Creía que él la acompañaría hasta la entrada, pero en cambio la siguió hasta su habitación. Dándose vuelta ligeramente antes de abrir la puerta, le sonrió levemente en forma de agradecimiento.

-Hasta mañana, señor Juan Pedro.

Pero antes de que pudiera abrir la puerta; antes de que siquiera diera indicios de moverse... Juan Pedro se inclinó levemente hacia ella y rozo sus labios tiernamente sobre su frente. Luego de un par de segundos, se separo y se despidió con la mano... Dejándola sorprendida, aturdida y abochornada.



-Es... Realmente interesante, señor Huperson.

-Oh, ¿Verdad que sí, verdad que sí? –El señor Huperson, un hombre gordo, joven e hijo y heredero de una enorme compañía... Estaba prácticamente sobre ella, respirando sobre sus pechos y con mirada lasciva.

Candela Vetrano buscó con la mirada un punto de salida y diviso al otro lado del lugar a sus padres. Con una sonrisita –completamente falsa – de disculpas, se hizo a un lado y señalo a la otra esquina.

Oscura inocencia Where stories live. Discover now