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Respiró hondo en cuanto levantó el auricular. Candela se oía alterada al otro lado del teléfono... No había salido de su habitación durante el resto del día, incluso Nicolas se había encargado de mandar a una criada para subirle el almuerzo y la merienda –que por cierto, ambas comidas estuvieron deliciosas.

-¿Por qué no me habías atendido antes? Estaba preocupada –Mariana levantó el ejemplar de Un amante de ensueño por Sherrilyn Kenyon. Observó la portada y acarició la primera página.

-Estaba leyendo y se me olvido cargar la batería de mi teléfono móvil. Así que no te enojes.

-¡Leyendo! ¿Esa serie de vampiros? ¡¡Sabía que no debí regalarte la serie de los Dark Hunters completa!! No la has soltado.

Y en efecto, para ser sinceros... La estaba releyendo. Mariana rodó por la cama una y otra vez y suspiró.

-Cálmate y vive tu vida... ¿Qué tal va todo?

-Eso tengo que preguntártelo yo a ti, ¿Cómo vas con el señor lúgubre? –Se sobresaltó al recordar el encuentro de la mañana y por poco salta de la cama. Toco su cabello y frunció el ceño -¿Lali...? ¿Estás allí?

-Sí, si... Lo siento Candela... Tengo la mente en otra parte –O con otra persona. Suspiró y se levantó de la cama. El poodle negro estaba acurrucado a un lado mientras dormitaba. A pesar de sus quejas, Nicolás había hecho un excelente trabajo al curarlo y le había traído un tazón de comida para perros. Camino hacía el armario y abrió la segunda puerta; había pasado un buen rato ordenando todos los libros en un estante que se encontraba allí, se dedico a clasificarlos por autores y nombres...

-hmm... ¿Vas a ir al instituto mañana? –Oyó la voz de Candela por el auricular y suspiro resignada. A decir verdad no tenía muchas ganas de asistir al colegió y enfrentarse a su ultimo año en el bachillerato. No quería ver la cara de sus profesores ni el rostro de la directora dándole sus condolencias y ofreciéndole su ayuda para cualquier cosa. No quería ver a Agus ni a Steven ni a Mariah ni a Anne... Quería quedarse en la mansión de Juan Pedro Lanzani, para siempre.

-Si... Iré.

-Bien... ¿Qué tal llevas todo?

-Pues bastante bien –se arrodilló y acarició la cabeza del poodle negro –He encontrado un perrito y el señor Lanzani dejo que me lo quedara.

-¿Enserio? Y yo que pensaba que era un viejo prematuro y sin corazón.

Mariana sonrió irónicamente. Recordó el par de ojos pertenecientes a Juan Pedro y el deseo expresado en ellos. Todas las partes de su cuerpo temblaron y no pudo evitar suspirar.

-Es una buena persona...

-Oh sí... No dudo que no lo sea, por lo menos ya no; solo que es tenebroso, lúgubre y oscuro... Da miedo –Oyó el falso estremecimiento en la voz de Candela.

Pues a ella no le daba miedo... Ya no por lo menos; sentía de todo menos miedo. Las palabras de él, le llenaron la mente y se mordió el labio al rememorar sus dedos vagando y acariciando su labio inferior. Se sentía extrañamente caliente y húmeda entre sus piernas.

-Eh... Bueno... Luego hablamos Cande... -Trancó rápidamente... Y menos mal porque si no iba a acabar gimiendo.

-¡Aceptaste un perro! ¡Un perro!

Juan Pedro resopló desde su silla, aguantando la cabeza en la mano izquierda y observando a Nicolás caminar de un lado a otro. Victorio estaba muy tranquilo tomando su taza de té, ¿Es que no tenía algo mejor que hacer que irrumpir en su casa? ¿No tenía trabajo? ¿Una amante? ¿Algo?...

Oscura inocencia Where stories live. Discover now