Epilogo

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Años Después...

-¡Feliz cumpleaños, Mariana!

Buen dios. Ella retrocedió ante el repentino arranque de Candela... No es que no estuviera, feliz. ¡Señor, era todo lo contrario! La felicidad desbordaba por toda su piel en su vigésimo tercer cumpleaños. Pero uno no está acostumbrado a que lleguen corriendo de la nada y griten de esa manera tan escandalosa en medio de la plaza de la ciudad.

Las personas la observaron a ambas fijamente. Un hombre les sonrió y murmuró un "felicitaciones". Para consternación de Mariana, algunos más se rieron... Las mejillas debería tenerlas de un tono realmente rojo.

-Gracias, Cande.

Su mejor amiga rió jocosamente.

-¿Sabes ya que harás el día de hoy?

-No realmente... -Aunque se hacia una idea.

Peter le había dicho que tenía algunas cosas planeadas para esa noche... Y ella las esperaba con un ansia realmente amena. Había esperado durante años este momento. Cuando aun tenía dieciocho, Juan Pedro y ella quedaron que en cuanto Mariana tuviera veintitrés años, él la reclamaría como compañera.

Candela suspiró.

-Es una lástima que Nacho se largara a no-se-donde. Seria genial si quedáramos los tres para hacer algo, como en los viejos tiempos.

Ignacio, luego de que Mariana se enterara de todo, había dejado de vigilarla y le había mentido a Candela asegurándole que se iría al extranjero a vivir. Fue algo muy difícil dejar de ver a su mejor amigo, pero aun así Nacho se acercaba a ella de vez en cuando y se escribían correos electrónicos.

<<Pero simplemente ya no es lo mismo>> Pensó dolida.

Extrañaba a su mejor amigo. Eso no iba a cambiar.

Pensó en Victorio D'Alessandro , el vampiro llevaba años desaparecido. Y Juan Pedro había intentado localizarlo en vano. Luego de que se librara de su extraño secuestro, y llegaran de nuevo a la mansión Lanzani, solo para descubrir que Vico se había largado.

Miró de nuevo a Candela. Como la extrañaría. Y ella que había albergado alguna esperanza de que si Vico reclamaba a Cande como su compañera, entonces ella no tendría que cortar su relación y alejarse de ella, para cuando Candela notara que Mariana no envejecía.

<<Supongo que algunas cosas no salen como uno quiere>>

Abrazó a Candela.

-Te extrañaré.

La chica pareció sorprendida.

-¿A dónde te vas?

-A mi casa. Quiero pasar mi cumpleaños con Juan Pedro si no te importa.

Candela pareció enseguida totalmente avergonzada y agitó con rapidez sus manos mientras reía nerviosamente.

-¿Importarme, dices? Es tu novio, Lali, desde luego que quieres pasar tu cumpleaños con él. Si yo tuviera novio seria de la misma manera –Candela enseguida sonrió y la miró con un cariño realmente grande –Él debe de amarte mucho, La. Aunque cuando teníamos dieciocho y tú me lo contaste por poco me da un infarto... Viéndolos ahora, seis años y todavía juntos me hace pensar que diste en el clavo con tu elección –Cande suspiró tristemente –Al parecer a mi no me paso lo mismo.

Mariana la abrazó por última vez, antes de coger el taxi de regreso a casa.

Se sorprendió al entrar y darse cuenta que no había ni un alma en pena. Y se encaminó a través de los pasillos, intimidada por el sonido de sus propios zapatos de tacón contra el suelo. Abrió con lentitud la puerta que daba a su cuarto y exhalo un grito al ver su interior.

Todo, absolutamente todo, estaba cubierto por ramos y pétalos de increíbles rosas negras. Juan Pedro la observaba fijamente, sus ojos abiertos y se encontraba sentado sobre una pequeña silla al frente del escritorio.

Mariana estaba maravillada. Jamás en su vida había visto rosas de ese color.

-Oh, dios... ¿De dónde las sacaste?

Él sonrió.

-¿He de tomar eso como que te han gustado?

-¡Me encantan! –Entonces corrió y lo abrazó por el cuello en cuanto se levantó de la silla. Enseguida sus labios se juntaron y dejo que él se los separara e invadiera su boca con un deseo que le chamuscaba su propia piel.

Juan Pedro se separó de ella y la miró con los ojos bien abiertos y con una mínima sonrisa elevando las esquinas de sus labios.

-Me parece, que las rosas negras van mejor contigo... No se cuando, ni como, pero las rosas blancas las dejaste atrás hace mucho, mi pequeña. Y créeme que disfruto de cada momento en que pienso que es así.

Mariana sintió las lagrimas picarle los ojos antes de sonreír.

-Te amo, Juan Pedro Lanzani.

Él le acarició la mejilla con el dorso de la mano, y le limpió las lágrimas con los nudillos.

-Y yo a ti, mi La. Y yo a ti.

Oscura inocencia Where stories live. Discover now