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-¿Sabes qué? En realidad me he dado cuenta de que no le doy mucha importancia a ese tipo de cosas... -Mariana asentía mientras intentaba canalizar todos sus pensamientos en lo que fuera que Ignacio estaba diciéndole –Entonces se lo hice saber, pero ella me dejo muy en claro que no desea tener ninguna relación con un nerd.

-Nacho... Tú no eres un nerd –Dijo en un suspiro mientras chupaba desde el pitillo un trago de refresco. A pesar de andar de luto, su amigo no parecía entender que no estaba de humor para oír sus anécdotas románticas... ¡Señor, ni siquiera podía con la que vivía en esos instantes!

-Oh, Lali. Sabes que te quiero... pero ambos sabemos que estás equivocada.

-Hola, Nacho –Dijo una chica en un tono meloso mientras le sonreía. Y así sucedió un par de veces más, lo cual le provocó que arqueara una ceja en forma interrogativa. Trago algo más de refresco.

-Oh vamos... Sabes que son amistosas porque soy él cerebro del instituto.

-Sí, si... -Y también el capitán buenazo del equipo de fútbol americano. Mariana lo observó levantarse.

Tenía el cabello de un tono cobrizo que acostumbraba a despeinarse con el viento pero aun así le daba un aire completamente sexy. Los músculos perfectos se notaban perfectamente a través de la jersey negro.

La altura de Nacho, era digna de un modelo de ropa. Las piernas largas y bien formadas; pómulos perfectos y una increíble nariz agradablemente perfilada. Su piel era tersa y blanca; Mariana estaba segura que más de una de las chicas del instituto se morirían por tocar. Pero lo impresionante de Ignacio, eran el par de ojos de color avellana... No, más bien un verde que acostumbraba a cambiar de color dependiendo de la luz...

Lo conoció hace años y en solo unos segundos se volvió su mejor amigo. Parecía incluso que estuviera predestinado a que pasara.

En ese momento, Candela se acercó con algo de comida en las manos y una sonrisa amistosa y amable. Suspirando aliviada, Mariana la saludo con la mano.

-¡Hey, chicos! ¿Qué hacen?

-Le contaba a Lali, lo de Tiffany.

-Oh sí, Eso –dijo Candela aburrida, tomando jugo desde su pajita -¿no podrías dejarla tranquila un rato? Anda y cuéntale a otra persona, Nacho.

Nacho hizo una mueca de disgusto y la fulminó con la mirada. Luego observó a Mariana y le acarició la cabeza levemente; a ella se le encogió el corazón con este gesto. Ella adoraba a Nacho más de lo debido, por algo era su mejor amigo.

-Adiu, mí amada Lali. Luego te llamo por teléfono –Y dicho esto desapareció de la vista de ambas.

Candela se volvió a verla con las cejas levemente arqueadas.

-¿Le has dado tú número en casa del señor Lanzani?

-Ajá... -Dio un sorbo a su refresco y observó la cafetería abarrotada de gente. Suspirando, se rasco la mejilla.

-He... Disculpen –Un acento de voz sureño llegó a sus oídos. Cuando Mariana se dio vuelta se encontró con una chica bajita, con un jersey sumamente holgado y una falda que cubría sus tobillos. En sus manos reposaban un par de libros; sus cabellos negros estaban recogidos en una cola de caballo y en su nariz pizpireta unos lentes de pasta que cubrían un par de glaciales ojos oscuros.

-¿Si? –Preguntó Candela dejando su bandeja con la comida casi entera a un lado.

-Bueno... Soy nueva y me he perdido. Así que me preguntaba si me podrían indicar la ubicación de mi próxima clase.

Mariana y Candela se miraron. Ambas sabían lo difícil que era cambiar de escuela y más a principios del segundo semestre; cuando había que dejar las antiguas amistades y decidirse a hacer unas nuevas... Con miedo a que tengas que perderlas nuevamente.

Oscura inocencia Where stories live. Discover now