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Lanzani se sentó en el estrecho mueble del salón especialmente hecho para sus intimidades. Victorio estaba sentado del otro lado y tomaba un vaso de vino.

-No entiendo como soportas eso –Exclamó viéndolo sorber otro trago. Vico sonrió.

-Una habilidad ganada con los años... Recuerda que te doblo en edad –dijo él con una risita. Y tenía mucha razón, Vico tenía aproximadamente mil años desde que se había despertada como vampiro... Pero Juan Pedro aun no entendía porque la compañera de él no había aparecido mientras que la suya sí. No es que Victorio quisiera una compañera... Todo lo contrario, decía que prefería la soledad y el exilio.

Un vampiro bastante extraño.

La puerta del salón se abrió y Nicolás entró a paso apresurado para dejarse caer en el mueble al lado de Victorio. Por la expresión de su rostro, Juan Pedro imaginaba que no estaba del todo contento.

-Bueno... ¿Se fue a dormir?

Nicolás lo fulminó con la mirada.

-Escúchame atentamente Peter... Si no fuera porque te debo la vida... No estaría haciendo de niñera y vigilante para tu compañera, la cual aun no has reclamado. Y sobre todas las cosas no puedo creer que me hicieras arrodillarme delante de ella ¡Como su sirviente! –para colmo, se puso histérica.

-Solo será momentáneamente hasta que le encuentre una acompañante.

-¿Y es que ella no tiene amigas? –Preguntó Nicolás, arqueando una ceja.

-Si que tiene. Pero no creo que pueda ir y venir todos los días –Contesto mientras daba una mirada a la luna, que se veía desde la ventana -¿Además... Que vas a hacer en tu casa, completamente solo?

Nicolás arrugó el ceño.

-Tal vez –digo yo- Dirigir mi compañía, como un empresario normal. Lo único es que me tienen de nana.

A Juan Pedro se le vino un pensamiento gracioso a la cabeza. Los vampiros dominaban al mundo. Ellos tres llevaban dirigiendo empresas desde hace años, y cuando llegaba el tiempo... El dueño moría y se lo pasaba a su heredero; algo bastante extraño, porque se trataba de ellos mismos...

-Pero deberías de invitar a la amiga de la señorita Esposito a quedarse aquí. Sé quien es; sus padres estuvieron todo el rato en la última fiesta que asistí, insistiéndome para una entrevista matrimonial –Movió la copa en círculos y luego tomo el trago –Es una buena chica, pero prácticamente se iba a desmayar cuando se lo mencionaron.

Nicolás arqueó una ceja.

-Yo no sé quién es.

-Mejor así... Oye  Vico, por cierto ¿Qué haces aquí? ¿No tienes casa o que? Además de estarte tomando mí vino.

-Primero tu no tomas vino, porque te sabe a tierra –igual que todo lo demás –y segundo, es que no tenía nada mejor que hacer.

Respiró hondo y soltó el aire en un suspiro.

-Vete a la mierda.

A la mañana siguiente, Mariana se despertó cuando la luz le dio de lleno en el rostro. Se movió inquieta entre las sabanas y observo el ventanal al lado de su cama, que daba hacía un balcón. El sol brillaba demasiado.

La noche anterior había estado tan cansada que se durmió de un solo tiro y no se despertó en toda la noche. Con cuidado, bajo los pies de la cama y se estiró. Se sentía liberada, pero también la tristeza no había mitigado. Camino hacía el armario y decidió ponerse un suéter largo que le llegaba a los muslos de color blanco y un pantalón negro. Observó la hora en el reloj de la pared. Eran las diez de la mañana.

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