Tan cerca, pero tan lejos.

885 56 0
                                    

- Creo que ya es hora de regresar...Ágatta debe estar buscándome.

La miré. Realmente eran hermosos esos ojos.

- ¿Ya quieres volver? ¿Tan pronto? Y yo que tenía una idea....

- Será para otra vez, ya es tarde...Dijo mientras se disponía a caminar.

Me encaminé hacia el palacio, detrás de ella, cruzando los dedos para que cambiara de parecer.

De pronto, se detuvo.

- Nos hemos desaparecido, horas.... ¿Qué más da unos minutos más? Sonrió juguetona.

La miré emocionado.

- Estaremos de vuelta pronto, no te preocupes. Ahora demos un paseo.

Le tomé la mano, y la arrastré colina abajo.

- ¿A dónde vamos? Preguntaba riendo. Conozco bien el sector, asi que ni pienses engañarme.

- Tranquila. Confia en mí.

Nos internamos en el bosque. Caminábamos en silencio, dejando que la luna nos marcara el camino.

Sus tacones resonaban en las hojas, y el género de su vestido zumbaba con cada ola de viento.

Todo iba bien, hasta que tropezó. Con una piedra, o un montón de hojas secas, que sé yo.

El problema fue que su vestido, se enganchó con una rama, y el escote ya no era solo en la espalda. La rama le rasgó la tela, hasta el ombligo. Del trozo de género, que cubría su trasero, no quedó nada. Su rostro se descompuso. Solo quedaron en su cuerpo los tirantes.

- ¡Gaspar! Exclamó en un gritito ahogado.

- ¡Epa! ¡Que recién estamos conociéndonos! bromeé. No es necesario el destape, ya me encantas con ropa.

Me lanzó una mirada suplicante. Sonrojada, bajó la vista.

- Tranquila, estoy contigo.

Le pase mi chaqueta y me volteé.

- Cualquier cosa, estaré por aquí.

Me alejé un poco de donde estábamos.

- Gaspar... Oí después de un rato.

La ví salir detrás de un árbol con mi chaqueta, que le cubría apenas hasta la mitad del muslo.

Me pareció exitante, y eso que ni siquiera estaba en cueros. Se veía atractiva, sensual. Ahí, frente a mí, con una mirada inocentona temblando de frío.

- ¡Pero si estás helada! Ten toma mi camisa.

Volvió a ocultarse detrás del árbol.

- ¡Ahora si! Ya estoy mejor, gracias....

- Te queda mucho mejor a ti, que a mí la chaqueta.

Tonto! Ya no bromees más, que solo por apuro me he puesto tu ropa.

Nos detuvimos nuestra caminata, hasta que llegamos a la laguna.

- ¿Y esto? Me dijo sorprendida.

-Es el mismísimo paraíso.

Nos sentamos a la orilla de laguna. Miramos las estrellas durante horas. Reíamos y conversábamos animadamente. Tendidos en la orilla, ella posó su cabeza en mi pecho, que estaba duro como una roca. Quien diría que estaría a torso desnudo a mitad de la noche. La hombría, supongo, me impedía temblar. 

Se veía tan frágil tendida sobre mí.

- ¡Que lugar! ¡Es hermoso! Y luego añadió: ¿Seguro que no quieres tu camisa? Estás temblando...

- Tú la necesitas más que yo. Una lástima lo de tu vestido, por cierto... Te veías increible.

- No me agradaba tanto. Fue obsequio de un....

- ¿Londinense desaparecido? ¿Acaso se fue sin despedirse? ¿ O es que tenía una novia del otro lado?

Después que lo dije, me di cuenta de que había metido el dedo en la llaga, y que no debí haber usado tan pronto la información que me había comentado Dante.

Al parecer le había hecho daño, por la cara que puso.

- No debería estar aquí. ¡Y menos contigo, así! Apenas te conozco...

- ¡Eh! Si no quieres hablar de eso... ¡Solo dilo!

_ ¡Es que no quiero hablar! No sé porque te seguí.

- ¡Amanda! ¡Ehh! ¿A dónde vas? Le agarré el brazo. No te vayas.

Me lanzó una mirada furiosa.

- Por favor. Quédate, un poco más.

Bajó la guardia.

- Vengo saliendo de un noviazgo largo, y no quiero otro, ni nada parecido. En la playa hay muchas chicas solteras, deberías buscar en otro lado.

-Pero yo quiero conocerte a ti. Podemos ser amigos si tú quieres.

- Conozco a los de tu tipo. Vienen por aquí de paso, por el verano, buscando aventuras y luego desaparecen.

- Amanda, discúlpame. No quise ofenderte.

- Tú no sabes nada de mi. Buenas noches.

Y se marchó. Sin mirar atrás.  Sin responder a mis llamados. Había tocado el lado sensible de Amanda con palabras duras, sin saber que la herida que ese hombre había dejado seguía presente. Sea quien haya sido ese londinense, Amanda debió amarlo mucho. Y yo no lucharía contra eso, pero sí, por su corazón.

Cueste lo que cueste.

Ruleta RusaWhere stories live. Discover now