Una promesa

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Han pasado dos semanas desde el baile.
No he vuelto a ver a Amanda.

Jamás pensé que me dolería tanto ese comentario. Fui un imbécil, y me arrepiento.

La he buscado como un loco, pero no da luces.

Ágatta dice que ya se le pasará, que es mejor que me haga a un lado, pero no puedo.

No hago más que pensar en ella.

Ayer llamó mi padre. No ha cambiado nada. Sigue preocupado de sus negocios, sus inversiones, y el dinero. Dinero que nunca me ha interesado, menos si es sucio.

Nunca me he sentido orgulloso de él. Por eso trato de evitarlo. No me arrastrará a su mundo, como lo hizo con Donna.

Caminaba por la playa, cuando me pareció divisar a Amanda.

Estaba allí, de pie, frente al mar. Con un bikini turquesa y unos lentes de sol. Tenía un bronceado fascinante.

Miraba a su hermano surfear.

Sonreía, aplaudía, pero le duró poco la felicidad, porque apenas vió que caminaba hacia ella, su rostro se volvió serio, y comenzó a caminar en dirección opuesta. Corrí hasta alcanzarla.

- ¡Amanda! No huyas, por favor...

- No me busques más ¿Si?

-Lo siento. No debí opinar sobre tu ex. Hablaba muy enserio cuando decía que me gustas, y no quiero hacerte daño.

- Amanda... Dijo su hermano que comenzaba a acercarse hacia nosotros ¿Te está molestando este tipo?

- No es nada, Damián. Él ya se iba.

Se acercó a mi, simulando una sonrisa, y me susurró: Esfumate.

Cuando ya se alejó lo suficiente, su hermano se me acercó:

- Soy Damián. Un gusto. Tú debes ser el primo de Dante. ¿Qué te ha parecido el pueblo? ¿Cómo te han tratado?

Noté la sinceridad en sus palabras.Parecía simpático.

- Así es, soy Gaspar. Nos dimos la mano. Baradeiro es maravilloso. No pude elegir mejor lugar para vacacionar. La gente es muy amable.

- ¿Y las mujeres, qué tal?

- Aún no he tenido tiempo de mirar mucho, pero no creo que sea necesario. Ya hay una que me trae loco.

- ¿Por casualidad no se llama Amanda? Sonrió. Se nota que te gusta. No sé que le hayas dicho para que esté tan brava, pero pareces un buen tipo.

Nos quedamos conversando horas.

Nacido en Brasil, pero criado en el pueblo, carismático, risueño y con un cuerpo de atleta, que ya quisiera yo tener. Asi era Damián.

A medida que la conversación avanzaba noté que era muy protector con su madre y Amanda. Que durante años, se ha esmerado en representar el rol de una figura paterna para su hermana, y de apoyo para su madre.

Cuando lo oía hablar, ví el sufrimiento en sus ojos. Era un hombre luchador, esforzado y muy maduro, para los veintisiete años que tenía. También me di cuenta, que él y Dante eran muy amigos.

- Conozco bien a Dante. Es de confianza. Me caes bien, Gaspar. Quizás puedas a venir a cenar un día con nosotros... Bueno cuando a Amanda se le pase lo fiera.

Reímos.

Esa misma noche fui a buscar a Amanda a su casa.

Su hermano se alegró de verme, y la llamó sin decirle que era yo quien la esperaba.

Amanda se sorprendió al verme.

- ¿Qué haces aqui? Pensé que ya te había quedado claro que no quiero verte.

- ¡ Vamos Amanda! ¡No seas grosera! No ves que el hombre está arrepentido. Interrumpió Damián.
Ante la mirada furiosa de su hermana, se despidió y desapareció.

- ¿No te cansas de insistir, eh?

- No me rendiré tan fácilmente, Amanda.

- Asi veo. ¿Qué quieres?

Detrás de mi, ocultaba un ramo de ramo de rosas blancas, hermoso.

Lo saqué, y apenas lo vió no pudo ocultar su sonrisa.

No era necesario...

- Odio que estés enojada conmigo.... ¿Me perdonas?

Me miró de reojo. Desconfiada. Pero terminó por ceder.

- Está bien... Dijo refunfuñando. Perdonado. ¿Feliz?

- Muy feliz. ¿Te gustan las flores?

Sonrió.

- ¡Si! Gracias, adoro las rosas blancas.

- ¿Te apetece caminar por la playa? Se ve maravillosa de noche.

- Está bien. Voy por mi bolso.

Salió radiante. Con un cintillo, hecho de una trenza, que cruzaba su frente, y un vestido ancho, blanco, con tiritas, que la hacía ver más niña de lo que era.

Caminamos varios minutos sin decir nada. Cada uno, encerrado en sus pensamientos.

Hasta que rompió el hielo.

- No quiero que vuelvas a tocar ese tema, que para mi, significa mucho. No sabes como ocurrieron las cosas...

- No volveré a involucrarme en tus asuntos, te lo prometo.

- Y otra cosa. No quiero que te hagas ilusiones conmigo. Quiero que me prometas que te olvidarás de mí... Entre nosotros nunca existirá nada.

- Yo no sé si puedo prometerte eso.

- Solo amigos, por favor. Me ofreció su mano.

- Amanda...

- Es lo único que puedo ofrecerte.

- Está bien. Titubeé. Sólo amigos.

- Asi está mejor.

Se lanzó sobre mí en un abrazo, que no olvidé nunca.

Ahora, que su recuerdo me atormenta más que nunca, pienso en la idea de haber hecho caso a esa promesa. Así habria evitado su sufrimiento, esta culpa.... Pero rápidamente, se esfuma esa opción.

Aunque amarla tanto, en silencio, sea mi perdición, no me arrepiento.

Porque gracias a ella, supe lo que era el amor correspondido. El amor puro, honesto, y sin reservas. Con Amanda me sentía pleno, afortunado solo con el hecho de tenerla...

con ella, conocí

la vida.

Ruleta RusaWhere stories live. Discover now