La historia del taxi fantasma

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Capítulo 2: Dean el taxista

—Tranquilos, soy inofensivo —dijo el extraño. Se acercaba hacia los chicos mientras hablaba—. ¿Perdidos en el bosque, eh? —Hizo sonar una risa jocosa con tono burlón. Ya no apuntaba su linterna hacia la cara de Matt.

—Sí, estamos perdidos. Por favor, ayúdenos —suplicó Georgi.

—Es por su culpa —agregó Matt—. Por favor, dígame que sabe cómo salir de este lugar, nos estamos congelando.

—Podría llevarlos con alguien que sí puede ayudarlos, tiene una cabaña cerca del extremo sur del bosque, estamos cerca. —La propuesta del extraño no era muy convincente, pero, sin darse cuenta, Matt y Georgi habían comenzado a seguirlo, caminaban justo detrás de él mientras seguían hablando.

—¿Una cabaña en el bosque? —indagó Georgi.

—Sí, es un doctor que estudia la naturaleza, o algo así. Algunos dicen que está medio loco. —Rio otra vez.

—Y, dígame —Matt siguió la conversación con el extraño—. ¿Por qué está usted aquí? ¿Acaso también está perdido?

El extraño soltó una risa un poco más fuerte que las anteriores. La pregunta de Matt le había causado mucha gracia.

—Mi nombre es Dean, por cierto. ¿Perdido? ¿Yo? No, solo me gusta dar caminatas por el bosque; a estas horas es más tranquilo.

—Y terrorífico —agregó Georgi, por lo bajo, sin interrumpirlo.

—En realidad, soy taxista, así que además de caminar por el bosque, también suelo recoger pasajeros.

—¿Conduce un taxi en medio del bosque? Eso no tiene sentido. —Matt estaba confundido, aquello no era algo muy verosímil.

—Suena extraño, pero así es —contestó Dean, sin reírse esta vez—. Espero que les guste resolver acertijos, al viejo Doctor Vink le encanta jugar a los acertijos.

—¿Acertijos? —dijeron ambos hermanos al unísono. La situación era cada vez más rara.

Georgi y Matt estaban demasiado asustados como para darse cuenta de que seguían tras los pasos de Dean, quien los escoltaba hacia la cabaña del Dr. Vink. El camino que llevaba hacia la cabaña del Dr. Vink era el mismo sendero erróneo que habían tomado Matt y Georgi al perderse en el bosque. Era la parte sur del bosque, una zona que no conocían para nada.

—Sí, al Dr. Vink le gusta cuando no pueden resolver sus acertijos.

—Solo espero que pueda ayudarnos —contestó Matt, serio y algo titubeante, pues, al igual que su hermano Georgi, llevaba ropa ligera y tenía mucho frío. Dejaron de hablar durante unos minutos. Una luz comenzó a iluminar un camino estrecho entre los árboles. El camino estaba marcado por rocas de grandes y medianos tamaños y formas puntiagudas. Era la cabaña del Dr. Vink, hecha de troncos, con una chimenea que humeaba, señal de que, efectivamente, alguien vivía en el medio del bosque.

—Aquí estamos —Dean señaló la cabaña—, la casa del Dr. Vink.

—¿Y vive solo? —preguntó Georgi; seguía igual de asustado, incluso un poco más que antes.

Dean no respondió.

—Espero que puedan resolver los acertijos. —Luego de esa frase, rio una vez más.

Los chicos, Matt y Georgi, se habían quedado parados mirando la cabaña, dándole la espalda a Dean el taxista.

—Usted nos dijo que estaba un poco loco, pero no es peligroso, ¿verdad? Él va a ayudarnos, ¿cierto?

Dean no contestó. Ya no se sentía su presencia detrás de los chicos.

Matt se giró sobre sí mismo, dispuesto a repetir su pregunta. Lo que vio, o mejor dicho, lo que ya no veía, pues Dean el taxista se habían esfumado sin hacer el más mínimo ruido, lo asustó tanto que tomó el brazo de Georgi y lo apretó con fuerza.

—Ya no está —dijo, sorprendido—. Se fue.

—¿Quién? —Georgi lo entendió al darse vuelta y se asustó también—. ¿Qué diablos está pasando, adónde se fue? —No acostumbraba a maldecir, pero esta vez se le escapó. La situación lo ameritaba.

—No lo sé, pero no me gusta nada lo que esta pasando.

—¿Y qué hacemos? ¿Entramos a la cabaña?

—No podemos quedarnos aquí fuera, hace mucho frío.

Ambos comenzaron a caminar hacia la cabaña dando pasos lentos, cautelosos. Desde adentro de la cabaña se escuchaba que algo burbujeaba, como si hubieran dejado hervir el agua y aún no la sacaran de la estufa de la cocina. Y la tos. Una tos fuerte y ronca. Seca.

A medida que se acercaban a la cabaña, el aire se tornaba cada vez más y más frío, más cortante. Y comenzaron los ruidos. Extraños sonidos comenzaron a oírse en ese lugar. A los lados de la cabaña del Dr. Vink había arbustos y plantas enormes, de hojas suaves, que se movían todas juntas al compás del viento. Pero a la vez que se movían agitadas por el viento, los arbustos emitían raros sonidos. Al oír detenidamente, Matt pudo distinguir algunos de esos sonidos. Parecían voces.

De hecho, eran voces. Claramente se escuchaban gritar <> <> en distintos tonos de voz, graves y agudos. También alaridos, gritos chirriantes que emanaban de las plantas y arbustos de alrededor de la casa del Dr. Vink. Y risas. Risas diabólicas.

—¿Qué es eso? —gritó Georgi.

—No lo sé, pero corre —ordenó su hermano Matt con un hilito de voz aguda hacia el final de la frase—. Debe de ser ese sujeto, Dean. Intenta asustarnos.

—¡Basta, por favor! —pidió Georgi mirando a la nada, estaba parado frente a la puerta de la cabaña. A pesar de los primeros golpes que dieron sobre la puerta, nadie abrió.

—Dean, no nos engaña. Ya nos asustó, ¿contento? —dijo Matt con un tono algo amenazante, aunque por dentro estaba muerto de miedo, como nunca.

Los ruidos aumentaban su volumen. Eran cada vez más fuertes. Parecían acercarse hacia ellos, era ensordecedor. Tanto Matt como Georgi entraron en pánico. Estaban tan asustados que, sin dudarlo ni pensarlo, golpearon la puerta de la cabaña sin cesar como si intentaran tirarla abajo.

—¡Ábranos, por favor!

—¡Abra la puerta!

Gritaron al unísono los hermanos. Sus puños caían cerrados sobre aquella puerta de madera. Los ruidos, los gritos, eran intensos, les dolían los tímpanos. Seguían golpeando la puerta.

De repente, la puerta se abrió. Se abrió hacia adentro, haciendo un clic en su vieja cerradura de bronce. La luz del interior de la cabaña alumbró el umbral de la entrada y aclaró un poco el sendero por el cual Dean los había traído.

Los ruidos cesaron al instante. El silencio reinó en el bosque. Solo el viento frío seguía silbando.

El Dr. Vink quedó parado justo enfrente de ellos.

creepypastas para no dormirWhere stories live. Discover now