Sonic.exe

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No sé cómo terminé en esta situación. Hasta hace algunas semanas mi vida era tan normal como la tuya o la de cualquier otro. Francamente, ni siquiera sé por qué rayos te estoy contando esta experiencia. Mas sin embargo, me siento con la obligación de advertir a todos aquellos que creen que lo sobrenatural es solo un simple juego, algo para entretenerse. Lo sé, puesto que yo era una de esas personas. Déjame decirte que en este retorcido mundo hay más de lo que vemos, fuerzas inexplicables que acechan desde las sombras, esperando a que cometas el más minino error para arrastrarte al Infierno. No pretendo sermonearte ni ser alguna especie de mártir.

Él ha cobrado ya bastantes vidas, una por una las va sumiendo en la demencia hasta que solo queda un cascarón hueco. El estúpido de mi exnovio fue una más de sus tantas víctimas, y aunque no lo lamento, la manera en que murió fue grotesca...

En un día como cualquier otro, mi entonces novio Emanuel y yo haríamos un poco de exploración urbana. Cabe mencionar que yo detestaba la idea desde un principio, pero de alguna manera él me convenció.

—Ey Karla, ¿todo bien?

Guardé silencio.

—Anímate amor, solo entraremos y husmearemos un poco.

—Por mucho que digas eso, la idea me da mala espina.

—Tranquila, no le hagás caso a los rumores.

—¿Rumores? ¡No mencionaste nada de eso!

Todo marchaba relativamente normal hasta que llegamos. El reloj marcaba alrededor de las 20:30 horas, por lo cual estaba obscuro. El lugar en cuestión era la típica casa en ruinas, fachada púrpura carcomido, puerta putrefacta de madera, cristales rotos y grafitis. Era un lugar... peculiar.

No fue difícil saltar la cerca, y mucho menos derribar la puerta.

Al entrar, un olor putrefacto inundó mis poros, por lo cual casi vomito. Fuera de ello, todo corría con relativa normalidad; es decir, en el suelo había jeringas, algunas mantas, muebles desechos. Pero hubo algo que llamó mi atención en particular, en la pared central había algo escrito con pintura azul. Cuando lo alumbré con una linterna, noté que decía: «Eres mío».

—¿Eres mío? Vaya imaginación, malditos vagos.

—¡Eh, Karla! Ven a ver esto. —Ese era Emanuel llamándome desde la habitación conjunta.

En esa habitación en particular el aire estaba viciado y la temperatura era realmente baja.

—¿Qué quieres?

—Mira eso —dijo señalando hacia abajo.

—El piso no me...

En el suelo había algo que no me hubiera esperado. Un pentagrama, y no uno común, uno con cera derretida en cada punta y una mancha carmesí en medio, pero algo descomunal se hallaba dentro de ese símbolo, una USB.

En aquel momento solo podía pensar en qué demonios hacia una USB en ese lúgubre sitio. Cuando me disponía a levantarla, me vi interrumpida por una fuerte corriente de aire frío al tiempo que la puerta (o lo que quedaba de ella) se cerró de súbito.

—Muy gracioso, amorcito —dije sarcásticamente.

—Estoy a tu lado —respondió temeroso.

—Entonces, si no fuiste tú...

Una por una, las oxidadas ventanas se comenzaron a cerrar mientras el viejo ordenador del cuarto se encendía. Por si te lo preguntas, sí, al parecer había electricidad.

Emanuel recogió la memoria y salimos corriendo lo más rápido que pudimos de aquel lugar; solo fueron unos segundos, pero me parecieron horas.

Ya fuera de ese sitio, él me preguntó si me encontraba bien, a la cual yo contesté con una buena bofetada.

creepypastas para no dormirWhere stories live. Discover now