La historia de taxi fantasma FINAL

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Capítulo 4: El accidente

Matt y Georgi se encontraban una vez más en el medio de la nada del bosque. Habían corrido lejos de la cabaña del Dr. Vink sin mirar hacia atrás. Exhaustos, pararon para recuperar el aliento mientras intentaban tranquilizarse.

—No puedo creerlo, ese loco de verdad nos mostró una mano en un frasco. —Matt no podía dejar de jadear. El fumar a escondidas de sus padres cuando salía al cine con sus amigos no le ayudaba a recuperar la respiración después de haber corrido con todas sus fuerzas.

—Espera, Matt, quizá deberíamos intentarlo de nuevo

—¿Qué estás diciendo? Que te corte la mano a ti si quieres volver, yo no pienso pedirle ayuda a ese Dr. Vink, o lo que sea.

—No Matt, me refiero al acertijo. Deberíamos pensar en una posible respuesta y quizá ahí sí volver. Puede que, después de todo, nos deje usar el teléfono.

Mientras discutían qué hacer, un par de luces avanzaban por el camino de su derecha. Era la primera desviación, la que había dicho el Dr. Vink antes de asustarlos con aquel espécimen dentro del frasco. El sonido de las ruedas andando sobre la tierra impulsadas por un motor a velocidad media se aproximaba hasta quedar justo delante de ellos.

Matt no podía creer lo que veía, y Georgi estaba tan asustado que comenzaron a temblarle las piernas. Aquello no podía ser posible.

Un taxi se aproximaba hacia ellos. Tal y como les había dicho el Dr. Vink, un taxi en el medio del bosque. El auto se detuvo frente a ellos y sonó una bocina.

—No estarás pensando que debemos subir, ¿verdad, Matt?

—¿Qué otra opción tenemos? No pienso volver a esa cabaña. El Dr. Vink está loco. Anda, no tengas miedo, vamos.

Matt primero, y luego Georgi, subieron al asiento trasero de ese taxi que de inmediato trabó sus puertas y se echó a andar entre los arboles.

—Buenas noches —dijo Matt amablemente—. Por favor, llévenos al pueblo del norte y sáquenos de aquí. Nuestros padres le pagarán al llegar.

—Qué lástima que tuviera que recogerlos, chicos. De verdad creí que iban a poder con los acertijos. —La voz les era familiar. La habían escuchado mucho antes de haber entrado a la cabaña del Dr. Vink.

—Un momento —Georgi ya se había dado cuenta—, es usted, el taxista que nos llevó hacia la cabaña del Dr. Vink. Es Dean.

—¿Dean, de verdad es usted? —volvió a preguntar Matt extrañado, no podía creer que todo aquello de que conducía un taxi por el bosque era cierto.

—A mí también me da gusto verlos, chicos, aunque creí que resolverían el acertijo. Una lástima. —Dean seguía riendo al igual que en su primera conversación con los chicos.

—No creí que nos estuviera hablando en serio cuando nos dijo que era taxista. Por favor, llévenos al pueblo. —Matt estaba un poco aliviado al ver que era verdad la historia del taxi en el bosque. Pero Georgi sentía que había algo mal, tenía miedo.

—No, lo siento, chicos, pero no pudieron resolver el acertijo del Dr. Vink, así que solo hay un lugar al que podemos ir. Una lástima, de verdad. Hace veinticinco años yo también lo intenté resolver, pero no era tan listo como ustedes. En fin, acomódense bien, porque llegaremos en unos minutos a nuestro destino.

—¿Hace veinticinco años, pero de qué está hablando? No te ves tan viejo, Dean.

El taxista solo reía.

—Sí, fue hace mucho tiempo, y como no pude resolverlo, accedí a darle un espécimen al Dr. Vink. Quizá lo vieron, es uno de sus favoritos. —Mientras Dean reía, levantó su brazo derecho a la vista de los chicos para mostrarles que, efectivamente, la mano dentro del frasco era la suya. Los chicos quedaron horrorizados.

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