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Dejó de hablar para que Armando asimilara la información. No estaba seguro que comprendiera del todo lo de fusión y la fisión, pero el gaucho no dijo nada, así que continuó:

―Habíamos estado todo ese tiempo creando homúnculos... Luego los exponían a la radiación de forma periódica. Ese era el gran descubrimiento de los nazis durante la Segunda Guerra y lo están llevando a cabo ahora en la isla Huemul. Los irradiaban para que crecieran más rápido. Al parecer, la radiación generaba perturbaciones genéticas en el tejido celular que permitían que se desarrollen con gran celeridad. Antaño, esto era un problema, porque los cuerpos tardaban muchísimo en formarse y las posibilidades de que mueran en el proceso crecían con el tiempo. Además se desarrollaban hasta determinado punto y no alcanzaban a ser verdaderos seres humanos, sino unos pequeños seres de no más de treinta centímetros de estatura.

―Los pudridos de ahora crecen rapidito ―soltó Armando―. Algo di eso ya me había estao contando don Gilberto. Decía que antaño eran pequeñitos. No recuerdo cómo les decía él... los lit, te, ji, jiquers.

―Pequeños caminantes en inglés, señor. Little hikers. Creo que está entendiendo cómo es el asunto... aunque en principio no podríamos decir que estén podridos. Eso sucede después... ya se lo explicaré.

»Como le decía antes, en mil novecientos dieciocho el procedimiento era bastante más complicado... Por aquel entonces, una vez que un espíritu demoníaco se metía en el pequeño caminante, porque carecía de alma, había que extraer su sangre y pasársela al humano original. En simultáneo, había que matar al pequeño caminante. Si uno de los pasos fallaba, todo se echaba a perder. Era un procedimiento muy rústico y complicado.

―¿Con Gitler hicieron eso?

―El mismo procedimiento, señor. ¿Se acuerda de Mengele, el médico que le mencioné hace un rato?

―¿Cómo no?

―Pues bien, él es la mente detrás del nuevo descubrimiento. Los tipos que se reunían en lo de Barilari le llaman el «Todesengel» que significa «El ángel de la muerte» en español. Y créame que ese apodo le sienta muy bien. Tiene una obsesión por los hermanos gemelos y los siameses. Durante la guerra, en los campos de concentración de Auschwitz, realizó una gran cantidad de experimentos con ellos. Intentaba unir gemelos para convertirlos en siameses, por ejemplo. O experimentaba con drogas y hormonas de crecimiento en uno los gemelos, hasta matarlo, y entonces asesinaba al sano para comparar postmortem los efectos de las drogas y hormonas que le había suministrado al primero. En sus manos murieron así muchos niños.

»Y, ¿adivine qué? También vivió en Bariloche. En la isla Huemul lo veíamos, menos que a Ritcher, pero en algunas ocasiones se presentaba a inspeccionar nuestro laboratorio y el desarrollo del proyecto. No siempre estaba presente; él ya había hecho su trabajo tiempo atrás, durante la guerra. El trabajo sucio, como solía decir él. Sus hormonas, las mismas que formaban parte del ungüento que inyectábamos en la yema de los huevos, junto con la radiación para acelerar el crecimiento, eran descubrimientos suyos.

»Al día de hoy me cuesta creer que hombre como él haya cometido tantos crímenes despreciables y siga vivo y sin ser hallado por los servicios de inteligencia.

―Capaz que hay una mano escuendida que los protege, rusito.

―Es probable, señor, es probable. Por cierto, ahora que le he contado del doctor Mengele, ¿puede entender porque son clones los caminantes?

―Porque el Mengele este estaba chiflao con los gimelos.

―Algo así, señor. Mengele siempre había tenido una gran admiración por los magos y médicos que habían logrado la proeza de aquellos pequeños caminantes alemanes de mil novecientos dieciocho. Así adquirió su profunda fascinación por los gemelos y la gente doble.

Cosa'e Mandinga: Las aventuras del gaucho miedosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora