Acto 2: Luto. (Editado)

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Han pasado un par de minutos desde que estoy consciente, el aire era frió, al igual que las sábanas, tal vez sea un hospital

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Han pasado un par de minutos desde que estoy consciente, el aire era frió, al igual que las sábanas, tal vez sea un hospital.

Las lágrimas que salían de mis ojos me delataban, por lo cual, Raguel no paraba de llamarme y hablarme.

—Tienes que hablarlo tarde o temprano, la verdad comprendo lo que se siente, he estado en tu lugar.  —Pedía sin recibir respuesta de mi parte.

Giré el rostro al abrir los ojos, al lado mío había una enfermera sentada dándome la espalda, hablando con alguien en la otra camilla.

Miré mi abdomen, estaba vendado. Sobre mí una mesilla de cama con un plato con puré de papás e hígado, acompañados de un vaso con líquido verde y espumoso.

Volteé de nuevo a Raguel, guardaba silencio y una expresión abrumadoramente seria, esperando mi reacción.

Desaté con rabia las vendas, el plato cayó al suelo y el alboroto alertó a la enfermera.

—Vuelva a su cama. En seguida estaré con usted. —Pidió gentilmente.

—No comeré ésta mierda, no estaré en este maldito lugar y tú Raguel sabes mejor que nadie que un puto disparo no me hará nada.

—¡Oye alto! ¿A dónde demonios vas? —Preguntó Raguel. Se levantó de la silla y me siguió a la puerta

—No griten en la sala. —Exigió la enfermera.

No hice caso al llamado, las personas de la sala me observaban asustadas por mis acciones, pero si querían estar en paz hubieran pagado uno privado.

—A ver a mi madre obviamente, si yo soy un ángel ella también ¿O me dirás que me trajo un avestruz?

—De hecho se dice que es una cigüeña...

—¡Lo que rábanos sea! Lo entendiste, no te hagas el idiota.

Tomé la chaqueta de un chico, que colgaba a lado de su cama, levantó un poco su mano de la cual salía una venoclisis.

Sentía odio, dolor, frustración, ira, una mezcla explosiva de todo, no escuchaba nada más que mis pensamientos.

—¡¿A dónde irás?! —Me tomó del hombro hasta girarme.

—A casa. Voy a buscarla.

—Ella no está ahí, los forenses se la llevaron. —Sentí la esperanza en sus ojos de que no iría.

Pero si yo le puedo leer los pensamientos y sentimientos, él también puede lo que le ayudará a darse cuenta que nada me va detener.

—Iré a buscar sus cosas ¡No deben tocarlas!

Llegué a casa en el primer taxi que encontré. Había cinta policíaca y patrulleros que recorrían desde los jardines, hasta las afueras de la mansión; Adentro se podían ver las siluetas de personas gracias a que la luz estaba encendida. 

Ángel Oscuro| Hijos Del Cielo IWhere stories live. Discover now