Esta noche cuando llegué a casa
te pensé en las ominosas calzadas.Esta noche llegué del extravío,
sentí la colérica soledad
que eriza el gentío
de mi oscuridad.
Esta noche sobre la acera impetuosa
recité un verso aciago, amada.Sobre la vetusta piel que muerde
recordé el tacto de la nada.Mientras los demás danzan,
yo me dedico a contar
las luces de la farolas
que esta noche alguien decidió apagar.Las macetas recias,
el parpadeo de los semáforos,
intermitentes,
la sonoridad de la calle.Los árboles han visto tantas cosas
y el humo se disipa entre las ramas.Cuando solo era un crío
no existían juzgados
con extenso dedo
clavado en orbes.Yo, humano y contemplativo,
infiero en mi levedad, constante,
en un mundo innecesario,
donde queremos por amor al arte
y lloramos por rechazo a odiarte.