Capítulo 5

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Pierce llegó a casa al cabo de unos pocos minutos. Aparcó y encontró a la dulce Emma en el porche, donde solía estar en las mañanas cuando no tenía trabajo.

—¿A dónde fuiste? —le preguntó—. Te sentí un poco misterioso cuando te llamé esta mañana.

—Gracias por prestarme tu teléfono —le dijo su hermano colocando el aparato en sus manos—, no me gusta salir sin estar comunicado y como sabes el mío se quedó sin batería desde temprano.

—No hay problema. Como Charlie no trabaja hoy pude llamarte del suyo. Mamá quería saber si vendrías a almorzar. Por cierto, ¿quieres que te ayude a buscar tu cargador? Seguro que lo dejaste olvidado en algún sitio de la maleta que trajiste.

Pierce negó con la cabeza.

—Sé que lo dejé en casa y no pienso conducir de regreso solo por el cargador. He pasado por una tienda y me he comprado otro.

—No me has dicho a dónde fuiste…

Pierce se encogió de hombros.

—Salí a dar un paseo por la villa y luego fui a la tienda, como te comenté.

Sin más le dio un beso en la cabeza y entró a la vivienda. No quería contarle a su hermana lo que había hecho. Deseaba que disfrutara de su cita sin hacer más evidentes los cuidados adicionales que habría que tener, en su caso, por su discapacidad. Liz le había prometido que todo saldría bien y Pierce comenzaba a confiar en ella.

—Hola, camarada —le saludó Charlie que se hallaba en el recibidor—. Dice Emma que saliste de manera muy misteriosa esta mañana. ¿Todo está en orden?

Pierce se sentó al lado de su mejor amigo. Se hallaban en el sofá y la tele estaba encendida, aunque ninguno de los dos prestaba verdadera atención.

—Fui a la tienda de vestidos de novia a hablar con la propietaria —le confesó.

Su mejor amigo abrió los ojos como platos.

—No entiendo…

—Quería asegurarme que la cita de Emma fuera perfecta mañana. Sabes que por su condición…

Pierce no concluyó la frase, pero Charlie le comprendió al instante.

—Lo sé, en los últimos días la he notado un poco abatida, cuando debería estar feliz por este momento. Sabes que amo a tu hermana, y ella lo sabe también. En una silla de ruedas o no, no existe otra mujer sobre la faz de la Tierra con la cual quiera unir mi vida.

Pierce se conmovió al escucharle y le dio una palmada en la espalda, incluso se preguntó si él sentiría lo mismo alguna vez. Tenía más de treinta años y ninguna perspectiva de formar una familia pronto. Había tenido decenas de mujeres en su vida, pero ninguna le había arrebatado el corazón.

—Estoy orgulloso del amor de ustedes —le respondió a su amigo—, y me siento muy dichoso por su matrimonio.

—Gracias, Pierce, sin embargo, me parece que hay algo que no me estás diciendo… ¿Qué sucede?

Pierce le confió a su amigo a grandes rasgos la misión que tenía por delante. Le habló de Liz y de su buen corazón y de la impresión tan grata que le había causado esa misma mañana. Charlie se quedó callado por unos segundos.

—He visto a la dueña de la tienda alguna vez, pero jamás imaginé que esa fuera su historia. Es terrible pensar que la persona en la que más confías pueda hacerte eso el día más importante de tu vida. Por otra parte, pienso que debes ser muy delicado con ese trabajo que tienes entre manos. ¿No crees que puedes herirla si sigues adelante con tu cometido?

Vestidos de novia ✔️Where stories live. Discover now