Capítulo 27

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“Es mejor que no vengas. Algunos periodistas aguardan por ti afuera de la tienda. Les dije que hoy no vendrías, pero no han querido marcharse. Quieren hacerte una entrevista. Quédate en casa y descansa. Después te llamo. Besos”.

El mensaje lo leyó justo antes de salir para la tienda. Por suerte le había llegado a tiempo, pues no se consideraba capaz de enfrentar a los periodistas. Aquel acecho duraría a lo sumo dos días, y hasta entonces debía ser inteligente para despistarlos.

Pierce la había llamado varias veces, pero no había contestado el teléfono. Se sentía derrotada y además muy cansada, ya que había dormido mal.

—¿No vas a desayunar? —Kimberly le llamó desde la cocina.

—He comido una manzana antes —respondió—. Iré al taller. Nos vemos a la hora de almuerzo.

Su madre y abuela le dieron ánimos con su cálida sonrisa, pero ella sentía que su mundo se había desmoronado, no solo por Pierce sino porque había perdido la tranquilidad y el sosiego en su tienda de novias. Por fortuna su auto ya estaba arreglado, eso le daría la independencia suficiente para poner unos cuantos kilómetros de diferencia entre Pierce, los periodistas y ella.

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—¡Pierce! —Emma lo llamó cuando divisó a su hermano tomar por el corredor.

—Lo siento, Em. No te vi —retrocedió—. ¿Cómo estás? Quise hablarte anoche cuando regresé, pero ya estabas durmiendo.

Su hermana hizo un ademán para que se sentara a su lado.

—Yo estoy bien, no te preocupes. Ya pasó. —Le sonrió.

—Eres la mejor persona que conozco —le contestó Pierce dándole un beso en la cabeza—. Gracias, Em.

Ella negó con la cabeza.

—Después que aprendes a valorar las cosas importantes de la vida, un disgusto a causa de un programa como ese no puede durar demasiado, Pierce. Al menos no en mí y espero que en Liz tampoco.

—Se siente muy humillada y yo la comprendo. Cree que he sido responsable, pero no te preocupes —le sonrió—, yo intentaré arreglarlo. Ahora lo más importante es tu boda. ¡Faltan apenas dos días, Em! ¿Estás contenta?

Ella sonrió levemente.

—Estoy un poco asustada —reconoció—, a veces creo que estoy siendo egoísta al atar a Charlie a una responsabilidad que es demasiado grande.

—¡No vuelvas a decir eso! —exclamó Pierce alarmado—. Charlie te ama, y cuando las personas se quieren no existen los sacrificios ni las cargas. Él tiene mucha suerte de casarse contigo y tú de casarte con él.

—¿A dónde vas? —preguntó Em al ver que se levantaba e iba hacia la puerta.

—A ver a Liz. Necesito hablar con ella. No sé si quiera recibirme, pero al menos debo intentarlo.

—¡Buena suerte, Pierce!

—Gracias, Em. ¡La necesitaré!

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En el taller se sintió a salvo, excepto cuando Molly le preguntó por Pierce con una sonrisa de oreja a oreja. Al ver la expresión de tristeza en su rostro no indagó más y se retiró para dejarla a solas frente a la máquina de coser. Cuando Brad la abandonó, coser fue lo único que la salvó de sí misma y sus pensamientos.

Recordaba la época en la que se mudó para Cooperstown. En ese entonces comenzó a coser en la propia casa de su abuela, para distraerse. Cuando despertó de ese proceso de abstracción, habían pasado dos semanas y tenía tres vestidos de novia terminados, uno de ellos corte princesa. Jamás había trabajado con tanto ahínco en toda su vida, pero también era cierto que nunca antes se había sentido tan mal.

Vestidos de novia ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora