Capítulo 21

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—¿Qué te ha parecido mi casa? —le preguntó Pierce sentándose a su lado en el diván.

—Me gusta —sonrió ella dándole un pequeño beso en los labios—, es cómoda, la vista es bonita y se aprecia que no tiene la mano de ninguna mujer en la decoración…

Pierce soltó una carcajada.

—Y eso te encanta, ¿verdad? —Le tentó con la mirada.

Liz también sonrió. Había estado muy callada desde que salieron de casa de los Geller, pero no era para menos. Encontrarse a Brad así no había sido lo mejor para su ánimo, pero poco a poco volvía a la normalidad.

—Me gusta verte sonreír otra vez, Liz. —Pierce le dio un beso en el cuello, pero luego se apartó un poco de ella. No quería presionarla.

—Siento no haber estado más animada. Reconozco que no manejé la situación de la mejor manera.

—Yo creo que lo hiciste muy bien, y estoy orgulloso de ti. Él se notaba mucho más incómodo que tú…

—Es que Brad es un cobarde —replicó—, pero eso ya no importa. No hablemos de él.

—Ven. —Pierce la tomó de la mano—. Voy a mostrarte el resto de la casa.

El salón principal, donde se hallaban, era muy amplio. Decorado en blanco y negro. En una misma pieza se encontraba el salón de estar, el comedor y la cocina. Tomaron por un corredor a su diestra, en donde hallaron tres puertas.

—Esta es mi habitación. —Pierce abrió la primera puerta.

Liz apenas se asomó desde el umbral. Todo estaba muy organizado: una cama grande de color negro, un clóset, un enorme televisor en una pared, un espejo… Todo muy funcional para un hombre soltero.

—Este es el dormitorio de invitados —prosiguió Pierce, abriendo la segunda puerta—. Cada habitación tiene su propio baño. Aquí dormirás tú, ¿no?

Pierce hizo la pregunta intentando restarle la mayor importancia al asunto. Liz le sonrió, pero no contestó, se limitó a observar la habitación que era muy bonita: más pequeña que la de Pierce, y decorada en color blanco.

—Por último, está mi despacho.

Se trataba de la habitación más pequeña, pero a Liz le gustó por lo acogedora que era. Allí tenía un escritorio, su ordenador y varios libreros.

—Este sí es el hogar de un hombre y no el de un adolescente —murmuró ella burlándose.

Pierce la tomó por la nuca con delicadeza, pero la giró hacia él para darle un largo beso en los labios. Liz se dejó llevar por su pasión, incluso sintió que le temblaban las piernas y que no podría sostenerse por más tiempo.

—Iré a cambiarme de ropa —le dijo él después, sonriendo.

—Yo me daré una ducha.

—Está bien, cariño. Luego pienso pedir algo de comer para nosotros. En casa de los Geller no probamos ni los canapés. ¿Prefieres algún tipo en especial?

Ella negó con la cabeza.

—Lo que decidas estará bien para mí.

Pierce la observó tomar su mochila y dirigirse a la habitación de invitados. Se sintió un tanto decepcionado por ello, tanto que en algún momento se la imaginó tomando una ducha en su propio baño… Apartó aquel delirio de su cabeza y cerró la puerta de su habitación.

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Liz experimentaba un poco de vergüenza por salir al salón en ropa de dormir, pero finalmente lo hizo. Se sentía la mujer menos atractiva del mundo con aquel conjunto de pantalón y chaqueta de seda de color rosa y lunares blancos. En mala hora se le ocurrió ponérselo.

Vestidos de novia ✔️Where stories live. Discover now