Capítulo 16

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Pierce estaba tan feliz como un niño en el día de Navidad. Llegó a su casa de la mano de Liz, mientras en la otra llevaba la bolsa con el vestido de novia de Em. Aquel había sido un día formidable como todos los que pasaba con ella: llegó temprano a su casa para llevarla al taller —Liz todavía no tenía su auto—; recogieron el vestido y almorzaron fuera en un restaurante sencillo y acogedor; luego se dirigieron a su casa, pues Pierce le había insistido en pasar con ella toda la tarde.

—¿No te aburrirás de mí? —le preguntó la diseñadora preocupada.

—¡Jamás podría aburrirme de ti!

Cuando llegaron al porche, toda la familia Graham, se hallaba reunida para darle la bienvenida a la pareja. Pierce se sintió un poco avergonzado de tal recibimiento, pero Liz no parecía estar cohibida.

Charlotte fue quien primero se acercó a ellos:

—¡Qué alegría que hayas venido, Liz! —exclamó con cariño.

La aludida reciprocó su gentiliza y saludó uno a uno: a Em y a Charlie; a Norman, el padre de Pierce, y a Ben, el precioso labrador que no dejaba de saltar lleno de alegría.

—¡Hemos traído tu vestido de novia! —le dijo Liz a Emma con entusiasmo—. Tu hermano tiene la bolsa, pero Charlie no puede verlo.

El muchacho miraba con curiosidad el paquete que llevaba su mejor amigo en las manos, pero Pierce se negó rotundamente a mostrárselo.

—Lo siento mucho, compañero, pero esto no lo verás hasta el día de la boda.

—Em, ¿te probamos el vestido? —preguntó su madre feliz.

La joven accedió, tenía muchos deseos de ver el vestido adaptado. Pierce quería volver a participar del proceso, pero Liz esta vez le dijo que sobraba.

—Tendrás que esperar también a la boda —señaló la diseñadora—, esta ocasión es solo para chicas.

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Charlotte condujo a Liz hasta la habitación de la planta baja que era de Em. Con el accidente la habían mudado de recámara para que estuviera más cómoda obviando así las escaleras. Unos minutos después, la magia estaba hecha y Emma se veía preciosa.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Charlotte—. Emma, te ves deslumbrante… Cielos, Liz —se volteó hacia la otra muchacha—, cuando estuvimos en la tienda tuve cierta idea de lo que pretendías hacer con el vestido, pero ahora que lo veo es mucho mejor de lo que imaginé.

—¡Gracias, Liz! ¡Es bellísimo! —Em tenía lágrimas en los ojos.

Liz les sonrió a las dos, también estaba emocionada. Por momentos como aquel era que amaba su trabajo.

—Quiero que conozcas mi habitación —le dijo Pierce esa tarde, con un brillo en los ojos.

—¿Tienes intenciones ocultas? —Rio Liz.

—Me descubriste, cariño. —Rio también—. Pero vamos, quiero que subamos un rato.

—¿Qué va a pensar tu familia? —Liz estaba preocupada de que lo pudiesen tomar a mal.

—No te preocupes, solo quiero mostrarte mi habitación y estar un rato a solas; todos lo entenderán. Además, cada uno está en sus actividades habituales: mamá en la cocina; papá viendo la tele; Charlie y Em salieron a casa de los padres de él y volverán más tarde. ¿Qué se supone que hagamos nosotros?

—¿Ver la televisión con tu papá? —propuso.

Pierce soltó una carcajada, sabía que ella lo decía en broma, pero le encantaba verla de tan buen humor. Finalmente, se dejó convencer y subieron al primer piso.

Vestidos de novia ✔️Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon