Capítulo 17

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Liz llegó a la tienda temprano en la mañana con una sonrisa en los labios. Fue caminando, pues le insistió a Pierce en que pasara tiempo con su familia también. No sabía qué le sucedía, pero se sentía en las nubes cuando pensaba en él… Recordar sus besos la llenaba de una exaltación que antes no había sentido, y su cuerpo le necesitaba cuando lo tenía lejos.

—¡Desde que tienes novio no me escribes! —le gritó una entusiasta voz desde el interior del salón.

—¡Sarah! —Liz corrió a abrazarla—. No te esperaba hasta dentro de unos días…

La joven la tomó de la mano y se sentó a su lado. Era muy hermosa: alta, de pelo rubio corto y unos hermosos ojos azules. Cuando estaba en Londres solían decirle que se parecía mucho a Lady Di. No por gusto su belleza había deslumbrado a un lord británico, de una familia tradicional y rica. A Sarah poco le importaban esas cosas, ella tenía dinero, pero se había enamorado de James en cuanto lo conoció. Ese acento británico le había hecho perder la cordura.

—Debo regresar a Londres antes de lo esperado, pues los abuelos de James viajaron desde Camberra para la boda y él quiere que regrese pronto para que los conozca, por eso vine hoy. Además, tenía muchos deseos de verte, querida amiga.

Liz la volvió a abrazar.

—¿Entonces regresas pronto a Londres?

—Así es. He venido por unos documentos y por mamá y papá; también a buscar mi hermoso vestido de novia —añadió con ilusión.

—El vestido está terminado, esperando a que te lo pruebes, amiga.

—Por cierto, ¿cómo es eso que tienes novio? ¡No me habías dicho nada!

En ese instante apareció Christine, quien salió del despacho con una sonrisa.

—Tenía que contarle, Liz. ¿Cómo no decirle que el amor ha tocado a tu puerta?

La joven diseñadora se ruborizó al escucharla. Christine siempre era bien indiscreta, pero no tenía cómo molestarse por ello, pues las tres eran amigas.

—Se llama Pierce, y estamos comenzando —admitió con cierta timidez.

Sarah comenzó a aplaudir animada.

—¡Liz, eso es maravilloso! No imaginas lo feliz que estoy por ti. Te miro a los ojos y te veo muy ilusionada. Este hombre debe ser muy especial para hacer surgir en ti ese brillo que tienes.

—Es muy guapo —le informó Christine— y al parecer fue amor a primera vista.

—¡Basta ya! —Se levantó Liz riendo—. Vayamos a probarte tu vestido, Sarah.

—Solo quiero que me prometas que vas a ir a mi boda, Liz. Puedes ir con Pierce, nada me haría más feliz.

Liz accedió. No se perdería aquella boda, pero no podía prometer que Pierce fuera también. Faltaban dos meses para el enlace, y no podía prever el desarrollo de aquella relación. Quería creer que seguirían juntos, pero la vida le había demostrado que no podía confiar tanto en el futuro.

Pierce se había quedado en la casa ese día; echaba de menos a Liz luego de pasar tanto tiempo a su lado. La noche anterior había sido maravillosa y a regañadientes la llevó hasta su casa, no sin antes darle un largo beso en los labios. ¡Estaba perdiendo la cabeza por ella! Se estaba enamorando y no sabía bien cómo comportarse con aquellos sentimientos que por primera vez estaba experimentado en su vida.

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—¡Pierce, tienes visita! —La dulce voz de Em lo sobresaltó.

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