Capítulo 23

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Liz no podía creer lo que había sucedido. ¡Se había entregado a él! El pensamiento la hacía sentir dichosa y tranquila. Estar en sus brazos había sido extraordinario, como si se hubiese liberado de todas las ataduras y miedos y volviese a nacer con él, a su lado, más viva que antes. Así se sentía: viva.

Pierce la rodeó con su brazo y la atrajo hacia él. Le preguntó al oído si se sentía bien y ella le aseguró que sí.

—Feliz como nunca —le confesó con un tierno beso.

No pasó mucho tiempo para que se quedaran dormidos. Estaban agotados después de un largo día, pero estaban en paz.

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Liz amaneció todavía en sus brazos. Pierce ya estaba despierto, pero la observaba dormir en calma, con sus ojos verdes que hipnotizaban.

—Buenos días, amor.

Liz se desperezó un poco antes de devolverle el saludo y darle un largo beso... Ese beso desató un deseo mañanero que debían satisfacer. Pierce no opuso resistencia alguna a su iniciativa, le encantaba verla al fin tan desinhibida y tan feliz.

—Te ves radiante —le comentó mientras la ayudaba a no perder el equilibrio encima de él.

Ella se inclinó para depositar un beso en su pecho, y apreciarlo mejor. La oscuridad de la víspera les había privado a los dos del disfrute de ver al otro, pero aquella mañana no quedaría espacio por conocer ni piel alguna sin besar.

—¿Por qué no nos quedamos un día más y regresamos mañana a casa? —le preguntó Pierce después, sirviendo una gigantesca tortilla de papas para los dos.

Liz se hallaba en una de las banquetas con una camisa de Pierce, que le cubría bastante.

—¿Estás hablando en serio?

Él se encogió de hombros.

—No tenemos ningún compromiso y podemos quedarnos... —Los ojos le brillaban de tan solo imaginarse con Liz en sus brazos por una noche más.

—No he traído más ropa...

—No importa, no es que vayas a necesitar mucha ropa y, además, mi camisa se te ve espectacular.

Liz se sonrojó mientras se llevaba un trozo de tortilla a la boca. Estaba deliciosa, como todo lo que él cocinaba. Por la hora, aquel era una especie de brunch, así que Pierce preparó algunas cosas más: tostadas con mantequilla, jugo de manzana, cereal... Era demasiado, pero no le importaba.

—Tendría que avisarle a mi madre, me está esperando hoy...

Pierce sonrió de oreja a oreja. Ya había ganado la batalla, pues sabía que Kimberly no se opondría a que Liz se quedara con él un día más.

—Te amo —le dijo él antes de darle un beso, lleno de felicidad.

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No habían querido salir en todo el día. Liz estaba abrazada a él en la cama mientras veían una película. A su lado reposaban dos copas de vino vacías. Aquel era sin duda el mejor plan. Pierce besó su cabeza, y con una mano le acarició el cabello... Quería que esa fuese su rutina con ella, necesitaba que días así formaran parte de su vida.

—Es perfecto estar de esta forma contigo... Ojalá pudiese tenerte todos los días aquí en casa.

—Tus vacaciones en Cooperstown se están terminando.

—Lo sé, y debo volver al trabajo. —No pudo evitar sonar desalentado.

Liz pausó la película y lo miró a los ojos. Habían alcanzado un grado de intimidad que era de lo más reconfortante.

Vestidos de novia ✔️Where stories live. Discover now