Capítulo 25

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Pierce dejó a Emma llorando en brazos de Charlie; intentó disculparse con su hermana, pero ella estaba muy molesta y jamás la había visto así. Después de haber visto aquel programa, Em se sintió horrorizada de haber sido expuesta en la televisión y estaba muy alterada.

—¡Perdóname, Em! —le pidió Pierce con el corazón en un puño—. Te aseguro que no tengo nada que ver con esto, pero ahora no puedo explicártelo con todo el detalle que mereces… Tengo que ver a Liz cuanto antes. Charlie…

—Tranquilo, yo me quedo con Em.

Charlie también estaba molesto, pero confiaba en su mejor amigo y sabía que era incapaz de dañar a Emma por una causa tan mezquina como el rating.

Pierce estaba desesperado. Salió a toda prisa de su hogar con las llaves del auto en las manos. Tal vez llegara a tiempo para contarle a Liz la verdad; ella no lo había llamado y era probable que todavía ignorara lo sucedido. Si evitaba que viese el video del programa, habría ganado parte de la batalla y tendría alguna oportunidad de explicarse y que lo perdonara.

Aquellos eran sus pensamientos mientras conducía a toda prisa hasta la hermosa tienda de vitrinas en Main Street. Abrió la puerta de cristal sin temor de interrumpir a las clientas, pero cuando se topó con los ojos acusadores de Liz llenos de lágrimas, supo que había llegado demasiado tarde.

—Liz… —La voz le temblaba.

Intentó acercarse, pero ella le detuvo con un ademán. Tenía el rostro enrojecido, no sabía si por llorar o por la rabia que sentía.

—¿Cómo tienes la desfachatez de venir a aquí? ¿No bastó con haberte burlado de mí?

—Liz, yo no tengo nada que ver con lo que pasó. ¡Te lo juro! —Estaba desesperado porque le creyese.

Christine con disimulo salió de la tienda y colocó el letrero de “Cerrado por el horario de almuerzo” pues aquella era una conversación que debían tener a solas. Sentía el corazón oprimido por su amiga y dudaba que Pierce lograra revertir la situación.

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Liz permaneció de pie; observó por un instante los ojos verdes de Pierce. Él se veía atemorizado, pero no podía creerle. ¡Aquella noticia fue insultante, horrible, y él era responsable de eso!

—Déjame explicarte, Liz…

—¿Explicarme? —repitió ella mordaz—. ¿Explicarme cómo me sedujiste por una noticia?

Pierce eliminó la distancia que los separaba de un salto. La tomó por los hombros y la obligó a mirarlo.

—¿Crees acaso que todo lo que te dije o sentí contigo lo fingí por conveniencia? Estoy enamorado de ti, Liz…

Ella se soltó con brusquedad.

—No confío en ti y me arrepiento de alguna vez haberlo hecho.

Aquellas palabras fueron como una bofetada para Pierce, por unos instantes no pudo reaccionar.

—No tengo nada que ver con esa noticia. No lo sabía, me sorprendí e indigné tanto como tú cuando la vi.

—¿Y las imágenes? ¿El video de la cita de Em cómo lo obtuvieron? ¿Me crees tonta, Pierce? ¡Es el maldito programa que tú produces! ¿Cómo iban a tener esa información si no se la proporcionabas tú?

Él se hizo la misma pregunta desde que colgó con Kate y mientras veía aquel estúpido show. De pronto la respuesta fue muy evidente para él.

—Fue mi jefa —le explicó—, fue a verme a mi casa y me pidió utilizar mi teléfono. En algún momento copió los archivos sin mi conocimiento…

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