Diecinueve.

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Fue como explotar.

No puedo explicarlo porque al día de hoy no tengo palabras que expresen lo que sucedió esa noche entre nosotros. Fue el momento que me di cuenta que estaba a sus pies y en lo único que podía pensar era en Tyler. Tyler. Tyler. Tyler. Tyler. Tyler. Así mil veces en mi cabeza mientras me besaba, me tocaba y me subía a la mesada haciéndome olvidar de la comida en el horno. Abrió mis piernas y yo lo rodeé con ellas sin querer dejar de tenerlo frente a mí.

—Me vas a volver loco —dijo sobre mi boca y me reí porque eso era lo que estaba buscando. Habíamos explotado en la cocina y no nos importaba en lo más mínimo. Eso era lo que más me gustaba de Tyler, que nada importaba a su lado. Me llevaba a un lugar que no había conocido antes.

Detuvo su beso devorador, ese que me dejó sin aire jadeando y me miró de un modo que me hizo estremecer. Nunca he creído en eso de las mariposas de colores en el estómago, pero en ese momento lo sentí. Sentí mi corazón martillando contra mi pecho y queriendo salir de ahí de un modo que no entendí.

No comprendía que lograba Tyler en mi, pero lo quería todo. Quería todo y más.

—Se quema mi comida —le avisé viendo desde donde estaba como un humo salía del horno y no era para nada agradable.

Nos empezamos a reír mientras que Tyler me soltaba, apagaba el horno y abría la puerta para que el humo saliera. Nos besamos entre humo y olor a quemado, haciendo todo eso de una manera de lo más extraña. Pero me gustaba, sentía que cada vez que se quemara algo en mi casa me iba a acordar de Tyler y sus manos, Tyler y su respiración entrecortada.

Me quitó la camiseta y yo no puse queja, sino más bien que le dejé hacer lo que quisiera. Me besó la piel desnuda, tomándose el tiempo para acariciar lo que en otros momentos no había podido y yo le dejé hacer lo que quisiera. Mis manos ágiles viajaron hasta el cinturón de su jean y lo quité con habilidad, sacándolo de un tirón y dejándolo caer lejos. La sonrisa estaba en mi rostro cada vez que Tyler besaba, lamía o mordía. La cocina se quemaba y éramos nosotros, no mi comida.

En algún momento él se dio cuenta que aquello era molesto, sobre todo por el humo, y me tomó de la cintura para irnos de ahí. Yo me aferré a él sin querer moverme para nada mientras que le dejaba pequeños besos en el brazo y un mordisco que lo hizo detenerse por un momento. Me reí en ese juego tonto que estaba haciendo y no me sorprendí cuando fuimos a su habitación. Sabía que no íbamos a hacerlo en la cama de Joel, porque él no podía dejar de pensar en él incluso en esos momentos. No me quejé ni solté ningún tipo de comentario, yo con tal de seguir con él hacía cualquier cosa.

Me recostó sobre la cama y nuestras miradas se encontraron en la oscuridad, con las luces de la ventana de afuera en su cuerpo. Le había quitado la camiseta en la cocina y lucía de ese modo tan perfecto que me hacía poner tonta de solo verlo. Tyler no era ese tipo de musculosos como Joel, pero me gustaba lo que veía, me encendía lo suficiente para no querer detenerme. Me miró mientras me quitaba la parte inferior de mi ropa y dejé que lo hiciera sin problemas, quedando en ropa interior frente a él. Nuestras miradas nunca dejaron de encontrarse, de un modo que a cualquiera le hubiera dado escalofríos. Tyler miraba fijo y lograba derretirte con solo mirarte.

Quería derretirme en él. Mil veces y no pensar en nada más que en él.

Sus manos me quitaron la ropa interior inferior y yo no solté queja, aunque al instante que su boca fue hasta mi entrepierna contuve la respiración. No esperaba eso en aquel momento, más bien esperaba que fuéramos directamente a la acción. Pero parecía que Tyler se iba a entretener lo suficiente para hacerme derretir.

—Me contuve mucho la otra vez en la sala —me dijo mirándome desde ahí, es una imagen de lo más sensual. Alcé una de mis cejas porque no podía creer que se hubiera contenido cuando me había sacado un orgamo después de rato de no tenerlo.

—Bueno, eso espero, porque tendrás que ser mejor que... oh, joder. —maldije sin poder evitarlo y escuché la voz de Tyler reírse desde donde estaba. Una nueva oleada de placer apareció cuando me besó y lamió, buscando hacerme jadear ante su contacto. Rápidamente me encontré jadeando, acalorada y rogando porque terminara esa condena que era mucho mejor que la vez anterior. Tyler me tenía atrapada con sus brazos y yo me retorcía cada vez que su lengua me tocaba, besaba y lamía. Me ardía la cabeza de un modo que no entendía y supe que se debía a él. Porque pocos habían logrado tanto. A él lo deseaba como si fuera un helado en el verano de Egipto.

El orgasmo llegó con su debido tiempo, pero él nunca se detuvo ni perdió interés, sino más bien fue incentivando hasta que me derretí en sus manos. Mi espalda se curvó, mis manos se aferraron a las sábanas y a su cabello. Lo quería todo de Tyler y en ese momento me recordaba que bueno que era y porque me tenía loca. Tal vez era la ausencia de un chico en todo ese tiempo, pero me di cuenta que lo necesitaba y que nada me importaba en ese momento. ¿Seríamos los mismos al día siguiente? ¿Volveríamos a ser lo de antes?

La realidad es que no lo sabía y un poco de pánico me daba comprender que estaba asustada por eso. No quería volver atrás, quería seguir.

Aquel pensamiento me llenó de coraje y fue hacia su boca sin dudarlo ni un momento. Nos besamos sobre el colchón, de aquel modo devorador que nos dejó a ambos sin aire buscando más y más. Sabiendo que buscábamos del otro y entendiendo que no había vuelto atrás. Que era el inicio del caos y que pronto enloqueceríamos en esa cama. ¿Nos importó? Claro que no.

—Mierda, no puedo creer que esto esté pasando —soltó Tyler sobre mi boca y yo me mordí un poco el labio al escucharlo, divertida por saber que lo había pensado—. No te haces una idea las veces que lo pensé en mi mente y... eres impresionante, Laura.

—¿Ya no soy princesa? —pregunté mientras le terminaba de quitar la ropa y quedaba él solo en ropa interior. Me gustaba su cuerpo desnudo y como parecía no importarle no ser musculoso o perfecto. Sino más bien se hacía valer por otras cosas, claramente. No iba a negarlo.

—Puedes ser lo que quieras —me molestó y nos reímos un poco, porque había una realidad: ya no éramos esos dos idiotas que se insultaban sin motivo. Creo que un poco del enojo se debía a que no podíamos tenernos. Yo no podía tenerlo y me volvía completamente loca. Y creo que lo mismo sucedía con Tyler, aunque a su modo.

Dicho eso, lo empujé un poco buscando cambiar de posición y creo que él lo supo al instante porque se dejó caer en la cama sin problema. Normalmente me gustaba más esa posición para tener el control total incluso en esa situación. Pero también me dejaba hacer, aunque era complicado para mí. Lo vi morderse el labio cuando nuestra posición cambió, apoyando la cabeza en la almohada en un rebote rápido y le regalé una sonrisa coqueta. Me dediqué a besar lo que antes no me había y fue bajando mis besos por su pecho hasta perderme más abajo. Escuchaba su respiración pesada en la habitación, mezclada con los sonidos de la ciudad debajo de nosotros y el caos característico. Mis manos bajaron su boxer lo suficiente para que él pudiera quitarlos con movimientos torpes de sus piernas. Yo me quité finalmente el sostén primero bajando las tiras hasta quitar el broche. Lo dejé caer por mis brazos con una lentitud bastante asesina y lo tiré vaya uno a saber. Era la primera vez que estábamos completamente desnudos y estuvimos unos minutos observando lo que teníamos frente.

Era un momento especial de un modo que no creí que no iba a pasar. Pensé que nuestro primer encuentro iba a ser apasionante y rápido, pero en cambio era lento y asesino, quemándome por completo. Ya estaba sudando y solamente habían sido caricias, aunque Tyler había dado de lo suyo.

—¿No me dejarás tomar el control? —me preguntó luego de soltar un quejido cuando acerqué mi cuerpo al de él, haciendo que la punta de su miembro me rozara. Los dos nos estremecimos con aquella pequeña acción y por un momento quise perderme en algo que todavía ni siquiera había comenzado—. Mierda, Laura.

Moví mis caderas lentamente, de manera circular y con una sonrisa de maldad al verlo cerrar los ojos y entregarse un poco a las sensaciones previas de algo que estábamos deseando como locos. Ninguno podía aguantar, ya lo habíamos hecho por mucho tiempo y aun así yo iba más allá. Siempre iba más allá.

Pero decidí terminar con nuestra condena uniendo nuestros cuerpos al sentarme sobre él de una manera lenta y tranquila, disfrutando de la penetración por completo. Escuché los quejidos de ambos, que eran una mezcla de queja, placer y gemido pero me volvió loca. Había deseado demasiado eso. Había querido ser suya desde el momento que la idea pasó por mi cabeza y en ese momento parecía una locura. Una locura de lo más real que acababa de empezar.

La sala caliente +18 [Editorial Scott #1.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora