Veintitrés.

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No voy a mentirles, el sexo con Tyler era cinco estrellas, con muy pocas quejas. No era de esas escenas de películas en donde todo era exagerado o fingido, pero si me tenía bastante satisfecha. Muchos me molestaban en el trabajo que estaba más alegre que de costumbre y yo solo me reía. Me gustaba mucho mi estado luego del sexo, se notaba que estaba totalmente diferente. La piel, la energía, todo iba de la mano.

Nuestro trato había funcionado a la perfección y se mantenía de ese modo sin problemas. Seguíamos desayunando juntos porque era una especie de ritual, además hacía buenos huevos revueltos y luego cada uno se iba por su lado. No es que tuvieramos una relación, pero por las noches cenabamos en diferentes horarios y eventualmente nos encontrabamos para tener sexo.

A veces yo me sentaba sobre su regazo cuando él jugaba a la consola y lo seducía tanto que terminaba perdiendo el juego para ganar otro. A veces nos grabamos y nos divertíamos mucho a pesar de la situación. Otras veces nos bañabamos juntos como la primera vez, hablando de cosas tontas y nada demasiado concreto. Porque ninguno quería saber demasiado del otro, no estaba en la parte del trato.

Y en cuanto al sexo no voy a negarles que todo se podía cada vez mejor. Me hacía quedarme tonta y delirando por momentos, cosa que no me sucedía desde hacía mucho tiempo. Me sentía una recién casada que no abandonaba la cama jamás y si bien éramos una especie de amigos con beneficios, éramos más bien no amigos con muchos beneficios más impuestos.

—¿Qué significa el tatuaje en el cuello?

Tyler abrió uno de sus ojos y me miró con expresión algo cansada, aunque sabía que no estaba dormido. La habitación estaba en silencio salvo por los ruidos de la ciudad y las luces de los autos alumbrando el techo de vez en cuando. Me dolía la garganta y las piernas, pero nada que no fuera un dolor normal para mi. Esa noche había sido intensa, como todas, y cada vez nos íbamos conociendo más, entendiendo que nos gustaba y que no del otro. Yo tenía un gran fetiche por el dolor mezclado con placer y Tyler había logrado entenderlo bastante rápido. Me había propuesto reglas para que yo le dijera cuando realmente era dolor y sin embargo jamás había ni siquiera pensado en decirle las palabras seleccionadas.

El trato estaba funcionando, ninguno de los dos estaba teniendo sentimientos por el otro, más bien vivíamos como si nada, teníamos sexo y de vez en cuando dormíamos juntos. En ese momento casi habíamos coordinado en silencio compartir la cama, seguramente porque estábamos bastante cansados. Y aun así, Tyler jamás me abrazaba por las noches, sino más bien cada uno dormía de su lado.

—Que me gustan las rubias de pechos grandes.

Puse los ojos en blanco al escuchar bromear con respecto a cosas importantes y seguí observando sus tatuajes para tratar de entenderlos. Tenía una especie de palabra en un idioma raro, parecía ser hebreo, la cara de una mujer, números romanos y frases en otro idioma que tampoco entendía. Yo solo tenía las iniciales de un ex que me hice en uno de mis tontos ataques, aunque por suerte mi nombre tenía las mismas letras y siempre mentía.

—Vamos, eso se te nota en la cara, no necesitabas semejante tatuaje para eso.

Tyler se rio y decidió mirarme con los dos ojos por lo graciosa que había sido mi bromita. Se llevó la mano al cuello, en donde tenía el tatuaje, y se rascó de manera desinteresada. Lo miré buscando respuestas y por un momento pensé que venía una broma tonta. Pero en cambio vino algo mucho peor.

—Significa que tengo un puesto privilegiado en el grupo en el que estoy.

Me quedé en silencio sin entender a qué se refería. ¿Grupo de música? ¿Desde cuando Tyler tocaba? Y de repente todo me entró en la cabeza. Como si no hubiera visto lo obvio a pesar de haberlo dicho mil veces en mi mente.

La sala caliente +18 [Editorial Scott #1.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora