32. Guerra.

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Estaba preparada para muchas cosas, pero no para una cosa como esa. Nunca se había imaginado que eso iba a suceder, nunca creyó que iba a verlo, que iba a vivirlo. Pensó que iba a ver muchas muertes en su vida pero jamás una como esa. Su cuerpo falló por completo y su mundo se vino abajo tan rápido que daba vértigo.

Lo primero que sintió fue la ausencia de sus sentidos, solo podía ver a su mejor amigo en el suelo, cubierto de sangre. Luego, el único sonido que sintió fue un zumbido molesto en sus oídos y finalmente... el dolor. La angustia y la injusticia aparecieron en la escena más presentes que nunca. Cayó de rodillas, sin sentir el golpe y se abalanzó sobre el cuerpo de su mejor amigo, de su hermano, de su persona. No dejó que otra persona lo tocara, lo llorara, era de ella y de nadie más. Era suyo. Era su Owen, su precioso Owen.

Mucha gente merecía morir, pero no él. ¡Ella tenía que estar en su lugar! ¡Ella debía morir de ese modo! No Owen, él no merecía eso. No podía ser su final, se negaba a asumir que era su final.

Algo estaba mal, eso no lo habían planeado y no podía ser cierto. Owen tenía que vivir, tenía que cuidar a Sky cuando ella no estuviera, debía casarse con Sally y liderar para siempre. Lo imaginaba muy viejo, con esos ojos verdes cansados y peleándose con el pueblo por tonterías. Owen había luchado demasiado por su gente como para morir en manos de Auron Davies, del jefe de los Guardianes.

Gritó, gritó y gritó por largos minutos pidiendo que le devolvieran a su hermano. Lo abrazó, impidiéndole a cualquiera verlo y no dejó que nadie se le acercara. Su corazón se había destruido por completo y sabía que jamás iba a poder juntar nuevamente los pedazos.

No quería seguir, no quería continuar la lucha sin él. No le encontraba sentido a una lucha sin Owen, sin su presencia. Iba a necesitar de él para continuar, de sus abrazos, de sus sonrisas tiernas, de sus ojos verdes comprensivos. Iba a necesitar de Owen toda su vida, lo necesitaba con vida a su lado de una manera demasiado egoísta.

—¡Devuélvemelo! —gritaba descontrolada, llorándole a un Dios que jamás le prestaba atención. Lo quería de vuelta, quería a su Owen nuevamente—. ¡Devuélvemelo! ¡Devuélvelo! ¡No puedes quitármelo! ¡Lo quiero de vuelta! ¡No puedo sin él!

Su garganta se desgarró por completo al gritar una vez más y ocultó su rostro en el cuello de Owen, sabiendo que no quería volver a alejarse de ese lugar nunca más. Iba a morir ahí, ya no le importaba continuar con su vida nunca más. Quería morir con Owen, no quería salvar a nadie si en su mundo no estaba él.

Se había rendido una vez más.




Went vio como Auron Davies había desaparecido y por un momento quiso seguirlo, pero al perseguirlo lo perdió de vista rápidamente. Los gritos de Molly se escuchaban por todos lados y decidió volver a la escena del crimen. Él se sentía tan mal como Molly pero también había asumido parte de la culpa. Por su culpa, por el shock que había vivido al ver morir a su padre de esa manera tan cruel, había bajado la guardia. Durante toda esa noche, Went había cometido los peores errores de su vida al distraerse. No sabía si culpar a su enfermedad, a la debilidad que le producía o simplemente era su culpa.

La escena era desgarradora y a Went le produjo una angustia eterna al verla. Molly estaba en el suelo, abrazándose al cuerpo de Owen mientras Sally lloraba a un costado, sin querer acercarse a ellos. Su novia pedía que le devolvieran a Owen, que lo trajeran de nuevo como si de eso se tratara. Gritaba y suplicaba, con una angustia que jamás vio en la chica.

Su cerebro le jugó una mala pasada y se preguntó si ella iba a sufrir del mismo modo si lo perdía. Comprendió que no quería que ella viviera eso y tampoco él quería verla morir. Había muy pocas soluciones para eso, pero no quería pensarlo. Simplemente no podía.

Misery City [Farewell City #2 ]Where stories live. Discover now