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—Danielle —pronunció—. Bonito nombre.

—Hicimos un trato.

—Está bien, está bien, ya me callo —me dedicó una sonrisa de niño pequeño, y se sentó al lado mía.

Las dos siguientes horas se pasaron más rápido de lo que creí posible, básicamente porque Wood se las pasó durmiendo (punto a mí favor), y no había nadie que me estuviera molestando todo el rato.

Cuando fue la hora de comer, me senté en el sitio de siempre y me puse los cascos para escuchar a Oasis.

Hasta que mi querido compañero de mesa me los descolgó.

—¿Nunca me dejas en paz no? 

—Quería hablar contigo —se sentó al lado mía y me miró seriamente.

—A veces pienso que eres tú el que no tiene amigos, y no yo —él se empezó a reír—. ¡No te rías! Lo digo enserio, mírate siempre me estás siguiendo a todos lados.

—Sí, y es porque quiero hacer cosas contigo —en ese momento noté como mis mejillas empezaron a tornarse a un color rojizo.

—¡No de esa manera Stone! —replicó—. ¿Y luego soy yo el mal pensado no?

—Cállate ya Wood —me crucé de brazos sobre la mesa y le miré a los ojos, lo que él imitó.
Estuvimos unos cuantos segundos haciendo una batalla de miradas hasta que decidí rendirme, notaba que toda la cafetería nos estaba mirando, y eso me incomodaba más que la propia mirada de Theo.

—¿Qué se supone que querías hacer? —rompí el silencio, y me apoyé en el respaldo de mi silla.

—Quería que quedáramos algún día y diéramos un paseo por ahí Stone.

—Está bien —me levanté de mi asiento y cogí mi mochila.

—¿Y ahora a dónde se supone que vas?

—¿No decías que querías hacer cosas conmigo? —asintió—. Pues venga, levanta tu culo de la silla, y coge tus cosas, que como comprenderás no voy a salir por ahí cuando tengamos exámenes.

— A tus órdenes general —cogió su mochila y cuando se levantó, imitó el saludo de los militares.

—Para de hacer el ridículo, por tu culpa vas hacer que Emily me odie más todavía.

Salimos de la cafetería y llegamos a una parte del instituto donde no pasaba nadie y no había cámaras de seguridad, o al menos yo no las veía.

—¿Quieres que saltemos toda esta valla? —la señaló e instintivamente dio un paso hacia atrás.

—¿Te crees que soy Spiderman o algo así? —pregunté mientras me recogía el pelo en un moño mal hecho.

—Me espero cualquier cosa viniendo de ti —respondió.

—Lo mismo te digo —me agaché y entre unos arbustos destapé un agujero que había en la valla. No es que fuera muy grande pero era suficiente para que Wood y yo pasáramos por ahí.

Una vez que los dos estuvimos fuera del instituto, Theodore habló primero.

—Estás loca —me encogí de hombros, y volví a dejarme el pelo suelto.

—Y bien, te dejo elegir a ti, ¿a dónde quieres que vayamos? Tenemos una hora para ir a donde quieras, al parecer la profesora de inglés no ha venido hoy.

—Será una sorpresa —me cogió de la mano pero rápidamente yo la aparté— ¿Qué? Oh vamos Stone, no te voy a hacer nada —me miró por un segundo y sonrió dejando al descubierto sus hoyuelos—. Nada que tú no quieras que te haga.

—¡Eres un idiota Wood! Si crees que estoy interesada en ti, aunque sea una mínima parte, olvídalo. Ni de coña.

—Vale. Vale. Entonces sígueme. —empezó a caminar y no me quedó otra opción que seguirle.

Una calle más arriba, cogimos un autobús, y nos sentamos al fondo de este, ninguno de los dos dijo nada en todo el camino, pensé en preguntarle hacia dónde íbamos ya que nos estábamos alejando demasiado de la ciudad, pero preferí esperar a ver lo que sea que Wood me quisiera enseñar. Bajamos en la última parada y estuvimos andando cinco minutos más hasta que el ruido de los motores de los coches apenas llegaban a nuestros oídos, y donde los edificios se convertían en un amplio lugar dónde tan solo había algunos árboles, y arbustos.

—¿Ves eso de allí? —Theodore señaló una colina que estaba algo lejos de donde nos encontrábamos nosotros.

—¿No pretenderás que subamos hasta allí arriba no? —levanté una ceja con incredulidad, este chico era todo un misterio.

—¡Vaya Danielle! A veces pienso que eres todo un genio —me dedicó una pequeña sonrisa y empezó a caminar directo a la colina, obligándome así a que le siguiera.

—¡Por fin! —exclamé una vez llegamos a la parte más alta de la colina.

—No seas tan quejica Stone, no ha sido para tanto.

—Cállate —por un momento me centré en el paisaje que teníamos delante de nosotros, y no dije nada. Desde este lugar se podía observar prácticamente toda la ciudad.

—¿Cómo sabías de este lugar? —me senté entre la hierba y él, hizo lo mismo.

—Un día pasé por la carretera con mis amigos de vuelta de un viaje, lo vi de lejos, y pensé en venir hacia este lugar cuando pudiera.

El ambiente estaba cargado de paz y tranquilidad, así que me tumbé en la hierba y respiré profundamente.

—Por cierto Stone, lo de no hablarte...

—Cállate Theodore —le interrumpí—. No lo estropees.

—Está bien, Danielle.

GREENWhere stories live. Discover now