Siete.

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Mañana me iba de gala benéfica. ¡Cuánto hacía que esperaba una de esas fiestas con gente famosa, vestidos preciosos y manjares exquisitos! Estaba tan ilusionada que me olvidé de Mike, de los hombres y de todo por un momento. Luego caí en el detalle de que era MAÑANA. Odiaba que me avisaran de un día para otro. 

—¡Necesito un vestido!—exclamé dentro de mi coche y en voz alta. Cualquiera que me viese pensaría que estoy loca aunque en parte no se equivocarían.

Rápidamente tecleé el número de Amanda y rápidamente ella me cogió la llamada.

— Mandy, mañana tengo una fiesta y no tengo vestido.—comencé a hablar—¿Te vienes de compras?

— Me parece perfecto, amor. Yo también tengo que buscar otro para una fiesta de cumpleaños que tengo pronto así que vayámonos.—respondió tan alegre e ilusionada que siempre.

Estaba salvada. Ya tenía compañía para ir a comprarlo.

Nos encontramos en Bluewater, un centro comercial de Londres, y empezamos nuestra búsqueda juntas. Las dos queríamos el vestido perfecto. Amanda ya tenía una ligera idea de su vestido ideal pero yo no sabía ni cual era el color que me sentaría bien ni el corte que necesitaba para realzar mi figura. No suelo ponerme vestidos así que dudaba que me gustase alguno. Normalmente solía quejarme de tener que llevarlos pero en esta ocasión me hacía mucha ilusión encontrar alguno que me sentase bien.

Dos horas y media después, Amanda se compró un vestido negro precioso con la espalda abierta pero sin prácticamente escote. Le quedaba por encima de la rodilla y le hacía un cuerpo precioso. Parecía sacada de una portada de revista de modelos. 

Para combinar se compró unos tacones altísimos rosas y así dar algo de vida a su look, también la cartera combinaba con estos. Iba espectacular. Amanda siempre solía ir muy elegante a sus eventos y era normal verla de esas formas. Siempre cuidaba muchísimo su imagen y su forma física. Aunque no quería imaginarme cómo terminarían sus pies después de esa fiesta de cumpleaños.

— ¡Qué envidia!— le dije yo. Siempre quise ser igual que ella. Tan guapa, tan perfecta...

— ¿Me está diciendo esto una morena de ojos verdes con una figura perfecta y un cuerpo despampanante? En serio, tú hasta con pantalones vaqueros estás preciosa. Los chicos se mueren por ti.— dijo señalando a un chico que se encontraba anonadado mirando hacia nosotras desde el exterior de la tienda donde Amanda había comprado el vestido— ¿A qué le sentaría bien un vestido blanco?— se preguntó ella a sí misma como si fuese una demente de manicomio.

Ella asintió mirándome al imaginarme con un vestido de ese color o de otros. La imaginación de Mandy era muy amplia y era casi imposible saber lo que se la estaba pasando por la cabeza en cada momento. Su cara de concentración seguía observándome seguramente pensando en qué tipo de vestido me haría verme bien guapa.

Horas y horas después buscando entre todas las tiendas del centro comercial, encontré un precioso vestido blanco roto que se ajustaba a mi cuerpo como un guante a la mano. El diseño de éste era de corte griego con alguna pero poca pedrería dorada que me hacía parecer una diosa de la mitología. No me podía creer que la chica que se reflejaba en el espejo fuera yo. Nunca me había visto así. Me sentía rara llevando las piernas al descubierto. No sé, era la primera vez que un vestido me quedaba tan bien. Me sentía genial y no podía dejar de mirarme al espejo y sonreír mientras que Amanda me observaba dulcemente.

Combiné unos tacones negros y una cartera de mano del mismo color aunque con algo de brillo.

Estaba estupenda. Quién iba a decir que una chica como yo podría parecer una mujer inocente y formal.

A continuación, un pensamiento me jorobó la situación:

— Con estos tacones no podré conducir a menos que me quiera estrellar contra un árbol, puente o cualquier obstáculo que me dificultara la circulación.—Refunfuñé y suspiré enfadada—Esos zapatos ya me estaban fastidiando y todavía no los he comprado.—dijo mi voz interior.

Cuando salimos del centro comercial vi un coche negro familiar. No llevaba matrícula y los dos cristales de detrás estaban tintados. Sabía quiénes eran. Corríamos peligro tanto Amanda como yo y sin darme cuenta aceleré el paso. Ella me siguió en silencio aunque con una expresión de angustia en su rostro. Pocos segundos después nos encontrábamos, ya, dentro de mi coche. Me sentía cansada de toda esta situación. Realmente se estaba convirtiendo en algo serio y deberíamos decírselo a alguien que solucionase esto.

Miré por mi espejo mientras que mi motor rugió pero el coche negro no se movió. Suspiré aliviada. Quizás estuviera delirando ya con tanta estrés en mi vida.

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La música sonaba incluso fuera del local. La gente menos importante estaba guardando fila para recibir su entrada mientras que la gente VIP hacía sus entradas triunfales antes de disfrutar del evento. Yo prefería ser más discreta pero esta vez quería lucir me recién planchado vestido blanco.

Me bajé del Porsche enfrente de la puerta recibiendo todas las miradas. Bajé lentamente para que el público pudiera observarme atentamente al estilo de las estrellas de Hollywood y le tiré mis llaves al aparcacoches que se asustó ya que no se lo esperaba.

— La mejor entrada de la noche sin duda.— me dijo un señor— Buenas noches señorita Meyer, soy Henry Fallen, reportero del periódico The Guardian, ¿qué opina de Saffron Burrows?— qué pesadilla, odiaba los reporteros y más aquellos que sólo querían meter mierda entre celebrities.

— No tengo nada que decir. No puedo juzgar a alguien sin conocerla, gracias.— dije librándome de él siendo fría y cortante.

Esa noche conocí a muchísima gente entre ellos actores, actrices, cantantes, directores de cine, etc. Esa fiesta era estupenda y lo bueno era que acababa de empezar. Apenas llevaba veinte minutos en ella. La gente no dejaba de acercarse y saludar. Lo que más odiaba de las situaciones así era cuando mi padre me presentaba a políticos o diputados. Eran tan incómodo... Además él tenía por costumbre avergonzarme delante de todos contando anécdotas que sólo conseguían ponerme roja como un tomate.

El buffet era increíble. Tanto la comida como el vino eran geniales. Es una de las razones por las que me encanta este tipo de eventos. Por lo menos llevaba ya tres copas bebidas y las que me quedaban. La noche sería larga.

Sobre las dos de la madrugada todavía me sostenía en pie aunque ya con dificultad. La fiesta se iba apagando poco a poco. La gente empezaba a estar borracha y a mí creo que me sentó algo mal o podría ser mi poca práctica con el alcohol. Debía ser eso, sí. Tuve que atravesar a decenas de personas bailando donde anteriormente había estado yo destrozándome los pies. Llegué al baño y me miré al espejo. Ya no era la misma chica de aquella tienda en Bluewater, me sentía fea e imperfecta comparada con la mezcla de naturaleza y cirugía de las mujeres de la gala benéfica. Me separé del espejo, no quería amargarme la noche con esto, y salí del baño casi con lágrimas en los ojos.

Me quité los zapatos y fui andando mirando mis diminutos pero bonitos pies. Había optado ese mismo día en hacerme una manicura francesa en los pies para que se viesen bien bonitos. Poco después, sentí como mi cuerpo chocaba contra otro que estaba bastante duro. Levanté la mirada del suelo y le encontré a él...

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Otro nuevo capítulo editado. Mil gracias por seguir comentando y votando. Sois geniales.

¡Besos desde España!


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