Once.

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Cuando todo el mundo se fue, nos quedamos Amanda y yo solas hasta que llegaron mis padres. Le dijimos a la policía de quien creíamos que podía ser la letra y poco más ya que no sabíamos nada.

Mi padre llegó a casa junto con mi madre. Los dos parecían cansados y mi padre a parte de eso, nervioso. Algo estaba pasando y creo que tenía que ver con Mike y con los hombres aquellos.

Amanda y yo nos sentamos a su lado en el sofá que tenemos blanco y enorme. Mi madre subió a ver el desastre de la habitación aunque había poco que ver, sólo eran letras en una pared con un mensaje que tampoco decía nada.

Mi padre se colocó en el medio de las dos, bueno, a decir verdad fuimos nosotras quienes nos colocamos a los lados de él. Amanda era como una hija para él. Nos puso los brazos en los hombros y nos apretó para darnos un abrazo. Nosotras no opusimos resistencia y le abrazamos.

— ¿Qué quieren, papá?— pregunté con algo de miedo.

— Todavía no lo sé cariño, pero te prometo que a mis tres mujeres no les pasará nada.—Me preocupaba que le hicieran algo o a mi madre e incluso a Amanda. Estábamos en una situación muy extraña.

El día transcurrió con normalidad, o mejor dicho, con toda la tranquilidad posible después de los sucesos. Esa misma noche Amanda y yo dormimos en mi habitación juntas. Solíamos hacerlo desde que éramos pequeñas aunque era imposible dormir con ella porque no paraba de moverse de un lado a otro. Estuvimos hablando sobre lo que se nos pasaba por la mente. Sacábamos nuestras propias deducciones como si fuésemos policías. Nada importante, ya sabéis fantasías que todas y todas pensamos cuando nos ocurre algo.

Al día siguiente mi padre nos despertó pronto, y tan pronto.

— ¿Podéis bajar al salón?— el tono con el que nos lo dijo nos hizo despertar a las cotillas que llevamos dentro.

Se refería a los hombres de vestimenta extraña. ¿Que habrían hecho ahora?

Amanda y yo nos arreglamos sin salir de mi habitación. Yo me puse unos pantalones negros y una camisa blanca con un collar dorado y tacones negros con un detalle dorado. Amanda vestía una falda rosa por encima de las rodillas unos tacones negros y una camiseta negra. Nos echamos algo de maquillaje y bajamos.

Al salir de la habitación vimos muchísima gente en el hall principal. Había cámaras y reporteros esperando en la entrada de mi casa.

— ¿Qué está pasando aquí?— dije parando a mi madre que lucía preciosa. En sus ojos se vea el terror.

— A tu padre le están intentando chantajearle diciendo que tuvo una aventura con la señora Banks. Tanto nosotros como la familia Banks sabemos que eso no es cierto y dado que ha salido en la prensa, hemos decidido llamar a la televisión para explicar que es un bulo. Tenemos que estar las dos familias unidas. Si queréis salir en el reportaje podéis, chicas. No os preocupéis, ya casi está solucionado.— nos lanzó un beso y se fue.

— ¿Quieres salir en la televisión?— la pregunté.

— Nunca pensé que diría esto pero no, no quiero salir en la televisión hoy.— dijo riendo.

— De acuerdo. ¿Tienes hambre? ¿Quieres unas tostadas?— la pregunté aún con la sonrisa en el rostro. Aunque la situación era algo caótica mis tripas estaban rugiendo y decidí olvidarme de aquellos sucesos por un momento.

— ¡Vale! ¿Tu empleada las hace bien?— oh por favor, Mandy. Siempre se la olvida el detalle de que no tenemos.

— Sí, las hace genial. Ella se llama Alex y la tienes enfrente tuya.— dije riéndome— Seré su camarera hoy, señorita Brown. A pesar de las circunstancias que se daban, nosotras todavía teníamos algo de sentido del humor.

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